La mujer de negro vestida, más que vieja, envejecida prematuramente, era, además de nueva, temporera, porque acudía a la mendicidad por lapsos de tiempo más o menos largos, y a lo mejor desaparecía, sin duda por encontrar un buen acomodo o almas caritativas que la socorrieran. Respondía al nombre de la señá Benina (de lo cual se infiere que Benigna se llamaba), y era la más callada y humilde de la comunidad, si así puede decirse; bien criada, modosa y con todas las trazas de perfecta sumisión a la divina voluntad. Jamás importunaba a los parroquianos que entraban o salían; en los repartos, aun siendo leoninos, nunca formuló protesta, ni se la vio siguiendo de cerca ni de lejos la bandera turbulenta y demagógica de la Burlada. Con todas y con todos hablaba el mismo lenguaje afable y comedido; trataba con miramiento a la Casiana, con respeto al cojo, y únicamente se permitía trato confianzudo, aunque sin salirse de los términos de la decencia, con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no diré más sino que es árabe, del Sus, tres días de jornada más allá de Marrakesh. Fijarse bien.
Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y obscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas. Con este pergenio y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podría creerse que hacía las veces de esta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo.
A eso de las diez, la Casiana salió al patio para ir a la sacristía (donde tenía gran metimiento, como antigua), para tratar con D. Senén de alguna incumbencia desconocida para los compañeros y por lo mismo muy comentada. Lo mismo fue salir la caporala, que correrse la Burlada hacia el otro grupo, como un envoltorio que se echara a rodar por el pasadizo, y sentándose entre la mujer que pedía con dos niñas, llamada Demetria, y el ciego marroquí, dio suelta a la lengua, más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras de sus dedos negros y rapantes.
«¿Pero qué, no creéis lo que vos dije? La caporala es rica, mismamente rica, tal como lo estáis oyendo, y todo lo que coge aquí nos lo quita a las que semos de verdadera solenidá, porque no tenemos más que el día y la noche.
— Vive por allá arriba — indicó la Crescencia — , orilla en ca los Paúles.
— ¡Quiá, no, señora! Eso era antes. Yo lo sé todo — prosiguió la Burlada, haciendo presa en el aire con sus uñas — . A mí no me la da ésa, y he tomado lenguas. Vive en Cuatro Caminos, donde tiene corral, y en él cría, con perdón, un cerdo; sin agraviar a nadie, el mejor cerdo de Cuatro Caminos.
— ¿Ha visto usted la jorobada que viene por ella?
— ¿Que si la he visto? Esa cree que semos bobas. La corcovada es su hija, y por más señas costurera, ¿sabes?, y con achaque de la joroba, pide también. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, que allí son ricos, el Señor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engañan a nosotras y a la Santa Iglesia católica, apostólica. Y como no gasta nada en comer, porque tiene dos o tres casas de donde le traen todos los días los cazolones de cocido, que es la gloria de Dios... ¡a ver!
— Ayer — dijo Demetria quitándole la teta a la niña — , bien lo vide. Le trajeron...
— ¿Qué?
— Pues un arroz con almejas, que lo menos había para siete personas.
— ¡A ver!... ¿Estás segura de que era con almejas? ¿Y qué, golía bien?
— ¡Vaya si golía!... Los cazolones los tiene en ca el sacristán. Allí vienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos.
— El marido... — añadió la Burlada echando lumbre por los ojos — , es uno que vende teas y perejil... Ha sido melitar, y tiene siete cruces sencillas y una con cinco riales... Ya ves qué familia. Y aquí me tienes que hoy no he comido más que un corrusco de pan; y si esta noche no me da cobijo la Ricarda en el cajón de Chamberí, tendré que quedarme al santo raso. ¿Tú qué dices, Almudena?
[…]
Cortó los despotriques vertiginosos de la Burlada, produciendo un silencio terrorífico en el pasadizo, la repentina aparición de la señá Casiana por la puerta de la iglesia.
— Ya salen de misa mayor — dijo; y encarándose después con la habladora, echó sobre ella toda su autoridad con estas despóticas palabras: «Burlada, pronto a tu puesto, y cerrar el pico, que estamos en la casa de Dios».
Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día las escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos diligentes de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la Demetria y a señá Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega Crescencia se lamentó de no haberse estrenado.
AMIG@, SI NO HAS TRABAJADO ANTES EL TEXTO Y LO HAS INTENTADO COMENTAR PERSONALMENTE, NO TE SERVIRÁ DE MUCHO COPIAR LO QUE VIENE A CONTINUACIÓN.
FRAGMENTO DE MISERICORDIA
DE BENITO PÉREZ GALDÓS.
La mujer de negro vestida, más que vieja, envejecida prematuramente, era,
además de nueva, temporera, porque acudía a la mendicidad por lapsos de
tiempo más o menos largos, y a lo mejor desaparecía, sin duda por encontrar un
buen acomodo o almas caritativas que la socorrieran. Respondía al nombre de la señá
Benina (de lo cual se infiere que Benigna se llamaba), y era la más callada
y humilde de la comunidad, si así puede decirse; bien criada, modosa y con todas
las trazas de perfecta sumisión a la divina voluntad. Jamás importunaba a los parroquianos
que entraban o salían; en los repartos, aun siendo leoninos, nunca
formuló protesta, ni se la vio siguiendo de cerca ni de lejos la bandera
turbulenta y demagógica de la
Burlada. Con todas y con todos hablaba el mismo
lenguaje afable y comedido; trataba con miramiento a la Casiana, con respeto al
cojo, y únicamente se permitía trato confianzudo, aunque sin salirse de los términos
de la decencia, con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no diré
más sino que es árabe, del Sus, tres días de jornada más allá de Marrakesh.
Fijarse bien.
Tenía la Benina
voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro
moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez,
era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura
conservaba. Sus ojos, grandes y obscuros, apenas tenían el ribete rojo que
imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus
compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no
terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera, y aún
conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente;
sobre ella pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos
que los de las otras ancianas. Con este pergenio y la expresión sentimental y
dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de
Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la
llaga en la frente, si bien podría creerse que hacía las veces de esta el
lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media
pulgada más arriba del entrecejo.
A eso de las diez, la
Casiana salió al patio para ir a la sacristía (donde tenía
gran metimiento, como antigua), para tratar con D. Senén de alguna
incumbencia desconocida para los compañeros y por lo mismo muy comentada. Lo
mismo fue salir la caporala, que correrse la Burlada hacia el otro
grupo, como un envoltorio que se echara a rodar por el pasadizo, y sentándose
entre la mujer que pedía con dos niñas, llamada Demetria, y el ciego marroquí,
dio suelta a la lengua, más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras
de sus dedos negros y rapantes.
«¿Pero qué, no creéis lo que vos dije? La caporala es rica,
mismamente rica, tal como lo estáis oyendo, y todo lo que coge aquí nos lo
quita a las que semos de verdadera solenidá, porque no tenemos
más que el día y la noche.
— Vive por allá arriba — indicó la Crescencia — , orilla en ca los Paúles.
— ¡Quiá, no, señora! Eso era antes. Yo lo sé todo — prosiguió la Burlada, haciendo presa en
el aire con sus uñas — . A mí no me la da ésa, y he tomado lenguas. Vive en
Cuatro Caminos, donde tiene corral, y en él cría, con perdón, un cerdo; sin
agraviar a nadie, el mejor cerdo de Cuatro Caminos.
— ¿Ha visto usted la jorobada que viene por ella?
— ¿Que si la he visto? Esa cree que semos bobas. La corcovada es
su hija, y por más señas costurera, ¿sabes?, y con achaque de la joroba, pide
también. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, que allí son ricos,
el Señor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engañan a nosotras y a la Santa Iglesia
católica, apostólica. Y como no gasta nada en comer, porque tiene dos o tres
casas de donde le traen todos los días los cazolones de cocido, que es la
gloria de Dios... ¡a ver!
— Ayer — dijo Demetria quitándole la teta a la niña — , bien lo vide.
Le trajeron...
— ¿Qué?
— Pues un arroz con almejas, que lo menos había para siete personas.
— ¡A ver!... ¿Estás segura de que era con almejas? ¿Y qué, golía
bien?
— ¡Vaya si golía!... Los cazolones los tiene en ca el
sacristán. Allí vienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos.
— El marido... — añadió la
Burlada echando lumbre por los ojos — , es uno que vende teas
y perejil... Ha sido melitar, y tiene siete cruces sencillas y una con
cinco riales... Ya ves qué familia. Y aquí me tienes que hoy no he
comido más que un corrusco de pan; y si esta noche no me da cobijo la Ricarda en el cajón de
Chamberí, tendré que quedarme al santo raso. ¿Tú qué dices, Almudena?
[…]
Cortó los despotriques vertiginosos de la Burlada, produciendo un
silencio terrorífico en el pasadizo, la repentina aparición de la señá
Casiana por la puerta de la iglesia.
— Ya salen de misa mayor — dijo; y encarándose después con la habladora,
echó sobre ella toda su autoridad con estas despóticas palabras: «Burlada,
pronto a tu puesto, y cerrar el pico, que estamos en la casa de Dios».
Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de
ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día las
escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos diligentes
de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la Demetria y a señá
Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega Crescencia se lamentó de no
haberse estrenado.
1. Aclaración de términos.
Pergenio: pergeño;
traza, aspecto de una persona o cosa.
- Estructura externa.
Fragmento en prosa de
la novela de Benito Pérez Galdós titulada Misericordia. La primera
parte, los dos primeros párrafos, es descriptiva: se describe el personaje de
la señá Benina.
La narración comienza
en el tercer párrafo y después de una parte dialogada -en estilo directo-, al
final se vuelve a utilizar narración con la cual avanza la acción.
- Estructura interna: el texto presenta cuatro partes:
- Primera arte: 1/28:
descripción detallada del personaje de Benigna con los rasgos positivos que la
diferencian de sus compañeros.
- Segunda parte: 29/35:
Marcha de la Casiana, la caporala, la jefa del grupo de pobres, para ir a
hablar con el sacristán de la parroquia, momento que aprovechan los compañeros,
especialmente la Burlada, para criticarla.
-Tercera parte: 36/61:
Sus compañeros critican a la Caporala por ser rica y dedicarse a mendigar.
-Cuarta parte: 62/71.
Reaparición de la Casiana para imponer silencio y para avisar de que los feligreses
estaban a punto de salir de misa. Y después, recuento de las limosnas que recibe
cada uno de los menesterosos.
4. Tema.
Retrato del
personaje de Benina y descripción del ambiente de mendicidad en Madrid en la segunda
mitad del siglo XIX.
5. Resumen:
Galdós nos presenta en
el texto una descripción del personaje de Benigna en comparación con el resto
de los compañeros mendigos que pululan por el atrio de una iglesia buscando
limosnas de los feligreses que acuden a misa. Benina mendigaba solo
ocasionalmente y además era diferente de los otros porque vestía más decentemente,
era más limpia y más educada en el trato. De todos los mendigos, mantenía un
trato especial con un ciego de nombre Almudena.
Cuando la jefa del
grupo de pordioseros, la Casiana, abandona un momento la reunión, los demás
aprovechan para criticarla por dedicarse a pedir siendo rica. Su vuelta y la
salida de misa les hacen guardar silencio. Una vez despejada la iglesia, hacen
recuento de lo recibido.
6.
Características de la novela realista presentes en este texto.
El género al que
pertenece el texto es el de la novela que fue el género más típico del Realismo.
En general, la novela, como el texto objeto de comentario, presenta unas
características bastante semejantes:
-
Reproducción de la vida cotidiana. En este caso de cómo es el mundo de la
mendicidad en Madrid en la segunda mitad del siglo XIX.
-
Objetividad en la presentación de la acción.
- Novela
comprometida con su tiempo: muestra el mundo de una familia burguesa en decadencia.
El escritor tiene un compromiso político y como tal lo defiende.
-Utilización
de un lenguaje común del pueblo: reproduce los vulgarismos y localismos propios
de los mendigos.
*Uso
del artículo con nombres propios: la Casiana, la Burlada.
*Arcaísmos: vos
(34), ca (37), Golía (52)
*Vacilaciones
vocálicas: semos (35), melitar, riales.
*Reducción
de grupos cultos: solenidá
Encontramos un retrato
del personaje principal: descripción detallada, minuciosa, precisa tanto de los
rasgos físicos como psíquicos.
El punto de vista
narrativo es el de un narrador externo en tercera persona con muestras de una
total omnisciencia. El narrador interviene en el relato comentando su papel y
se dirige al lector para orientarle en el sentido con el que ha de entender el
relato: línea 14: Fijarse bien. "No diré más".
Galdós ha elegido unos
nombres simbólicos para sus personajes: Benigna, que significa persona buena.
Benina no duda en mendigar para sustentar a la familia de su ama y a otros
personajes que ve necesitados.
Galdós tiene poco cuidado e interés por la
belleza de la forma; en cambio es un vigoroso narrador y maestro en la creación
de ambientes y personajes. En este sentido, la consecución del ambiente de la
mendicidad lo consigue:
-Presentando
un cuadro costumbrista, modalidad iniciada con el romanticismo.
-Mediante
los diálogos de los mendigos. Este diálogo es ágil y fiel a la realidad.
Tal vez, el ejemplo más
llamativo del uso instrumental de la lengua sea la utilización de numerosos
adjetivos, pero no con un afán embellecedor, sino como muestra de precisión.
Galdós, en la
utilización de la lengua, va a usar un párrafo largo y frase amplia bien
trabada mediante nexos causales, concesivos, etc. e interrumpida por cláusulas aclaratorias,
línea 4 (de lo cual se infiere que Benigna se llamaba); línea 22 (donde
tenía gran metimiento como antigua)
Figura
|
Líneas
|
Cita
|
Interpretación
|
Hipérbaton
|
1
|
la
mujer de negro vestida
|
Al
anteponer el complemento circunstancial antes del verbo se resalta la
vestimenta de luto del personaje.
|
Paralelismo
|
10…
|
trataba
con miramiento a la Casiana, con respeto al cojo…
|
Repetición
de las mismas estructuras sintácticas.
|
Enumeración
|
6…
|
bien
criada, medosa y con todas las trazas…
|
Se
aportan una serie de notas que se refieren a la personalidad de Benina. Estas
enumeraciones son propias de las descripciones.
|
Metáfora
(Personificación)
|
|
…la
bandera turbulenta y demagógica de la Burlada…
|
En
primer lugar, encontramos una personificación al atribuir a la bandera unas
cualidades humanas. En segundo lugar, los pobres se dividen en bandos, uno de
cuyos líderes es la Burlada que se opone a la Casiana. Esa bandera, término
metafórico, se refiere a la capacidad de liderazgo de la Casiana.
|
Símil
|
21
|
Eran
sus manos como de lavandera
|
Figura
propia de las descripciones. Manos limpias y blancas.
|
32
|
…como
un envoltorio que se echara a rodar…
|
Forma
muy expresiva que sirve para explicar el movimiento rápido de la Burlada.
|
Hipérbole
(Símil y
metáfora)
|
34…
|
lengua
más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras de sus dedos negros…
|
Exageración
de lo parlanchina y pérfida que era la Burlada. Al mismo tiempo, hay comparación
de la lengua con las uñas, a las que se refiere con el término metafórico “uñas lagartijeras”, que es una metáfora
redundante de la de “uñas de cernícalo”.
|
Hipérbole.
|
38
|
no
tenemos más que al día y la noche
|
Exageraciones
de la Burlada.
|
Personificación
|
16
|
no
carecía de cierta gracia que, manoseada por la edad, …
|
Se
aplica a la edad la cualidad de manosear que solo es posible en las personas:
la edad manoseaba a la gracia.
|
Retrato
|
1/28
|
|
Descripción
física y psíquica de Benina.
|
Metáforas
|
19
|
uñas
de cernícalo…
|
Uñas
largas, sucias… apropiadas para la rapiña, para el robo.
|
39
|
he
tomado lenguas
|
Término
real: me he informado por las personas apropiadas.
|
55
|
echando
lumbre por los ojos,
|
Los
ojos le brillaban de envidia.
|
Un poco de publicidad personal...
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