Yo también quiero un día especial.
Durante estos últimos años,
todos los expertos en marketing y estudiadores de la mente humana, han estado
ideando nuevas y diferentes formas de cómo poder sacar más dinero en fiestas o aniversarios,
como es el caso del pasado Día del Padre y el cercano Día de la Madre.
Felicitar, hacer regalos a
nuestros padres para que recuerden que les queremos o, simplemente, en algunos
casos, de librar a más de algún adolescente, o de algún que otro hijo aún no
independizado, de alguna riña, es de lo que tratan ambas fiestas. No es
necesario regalar objetos extravagantes y caros como perfumes, una blusa vista en
un escaparate, un cinturón, las últimas gafas de sol de una marca muy cotizada,
o darles únicamente un día de descanso con la excusa de “¡No te muevas de la
cama, mamá! Hoy es tú día...”, para recordarles el amor que les tenemos porque,
por esa regla de tres, ¿qué pasa con nuestros hermanos y hermanas, tíos y tías,
abuelos y abuelas, etc.?
No es necesario ningún día
especial del año para demostrar a un ser querido nuestro apoyo y cariño; no dejemos
que las grandes multinacionales y los grandes almacenes apelando a nuestros
sentimientos nos despierten nuestra faceta derrochadora, y aprendamos a hacer que los nuestros se vean
más apreciados en su familia. Una cena hecha por nosotros, ayudar más en casa,
coger un día libre en el trabajo para pasarlo con nuestra pareja, etc., puede
ser un buen comienzo; además de ser
mucho más sano para nuestro bolsillo, ya que nuestra economía no está pasando
por su época más floreciente en estos momentos.
Así
que pensad, ¿es necesario gastar una cantidad elevada de dinero para obsequiar
a familiares que nos han dado la vida, amantes que queremos con locura o
simplemente amigos a los que apreciamos mucho comprándoles un regalo en el
último momento?
Recibir
bienes materiales siempre es gratificante, pero deben ser acompañados con
muestras de cariño del día a día en la vida de una persona.
Dalianah Arekion Fernández 4º B – E.S.O.
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