Platón nace
en el 427 a. C. en Atenas
o Egina en el seno de una familia aristocrática
y
fallece en el 347 a. C. (80-81 años)
Espeusipo,
sobrino de Platón, elogia la rapidez mental y la modestia que tuvo de niño, así
como su amor por el estudio. En su juventud se habría interesado por artes como
la pintura, la poesía y el drama; de hecho, se conserva un conjunto de
epigramas que suelen ser aceptados
como auténticos, y la tradición refiere que había escrito o tenía interés en
escribir tragedias, afán que habría abandonado al comenzar a frecuentar a
Sócrates. También, según se ve en su teoría educativa, siempre se interesó por
la gimnasia y los ejercicios corporales, y ciertas fuentes refieren que se
habría dedicado a las prácticas atléticas; habría participado asimismo de
algunas batallas de la Guerra del Peloponeso y de la Guerra de Corinto, pero no
hay información al respecto más que simples menciones del caso.
En
consonancia con su origen, Platón fue un acérrimo anti-demócrata; con todo,
ello no le impidió rechazar las violentas acciones que habían cometido sus
parientes oligárquicos y rehusar participar en su gobierno.
Platón
conoció a Sócrates a la edad de 20 años. A partir de allí, fue uno de los
miembros más cercanos del círculo socrático hasta que en 399, Sócrates, que
contaba unos setenta años, fue condenado a la pena de muerte por el tribunal
popular ateniense, acusado por los ciudadanos Ánito y Meleto de
"impiedad" (es decir, de no creer en los dioses o de ofenderlos) y de
"corromper a la juventud".
Después
de la pérdida de Sócrates, Platón, que tenía sólo veintiocho años, se retiró
con algunos otros de los discípulos de su maestro a Megara, Sicilia, a la casa
de Euclides (socrático, fundador de la escuela megárica). De allí habría
viajado por distintos países, como a Egipto, Italia y a Sicilia. En el 387
viajó por primera vez a Sicilia, a la poderosa ciudad de Siracusa, gobernada
por el tirano Dionisio; allí conoció a Dión, el cuñado de Dionisio, por quien
se sintió poderosamente atraído y al que transmitió las doctrinas socráticas
acerca de la virtud y del placer. Según un relato tradicional, al final de su
visita, Platón habría sido vendido como esclavo por orden de Dionisio y
rescatado por el cirenaico Anníceris en Egina, pólis que estaba en guerra con
Atenas.
A
la vuelta de Sicilia, Platón compró una finca en las afueras de Atenas, en un
emplazamiento dedicado al héroe Academo, y fundó allí la Academia, que funcionó como tal ininterrumpidamente hasta el año 86
a.C. al ser destruida por los romanos, siendo restituida y continuada por los
platónicos hasta que en 529 d. C. fue cerrada definitivamente por Justiniano I,
quien veía en las escuelas paganas una amenaza para el cristianismo y ordenó su
erradicación completa. Numerosos filósofos se formaron en esta milenaria
Academia, incluyendo el mismo Aristóteles durante la dirección de Platón, junto
a quien trabajó alrededor de veinte años, hasta la muerte de su maestro. Vale
la pena recordar cierta descripción de W. K. C. Guthrie respecto de la Academia: "...No se parece en nada a ninguna
institución moderna (...) Los paralelos más cercanos son probablemente nuestras
antiguas universidades (...) con las características que han heredado del mundo
medieval, en particular sus conexiones religiosas y el ideal de la vida en
común (...) La santidad del lugar era grande, y se celebraban otros cultos
allí, incluidos los de la misma Atenea. Para formar una sociedad que tuviera su
tierra y sus locales propios, como hizo Platón, parece que era un requisito
legal el registrarla como thíasos, es decir, como asociación de culto dedicada
al servicio de alguna divinidad. Platón eligió a las Musas, que ejercían el
patronazgo de la educación (...) Las comidas en común eran famosas por su
combinación de alimentos sanos y moderados con una conversación que valía la
pena recordar y anotar. Se cuenta que un invitado dijo que los que habían
cenado con Platón se sentían bien al día siguiente". En la Academia, que
no aceptaba personas sin conocimientos matemáticos previos, se impartían
enseñanzas sobre distintas ciencias (aritmética, geometría, astronomía,
harmonía, puede que también ciencias naturales) a modo de preparación para la
dialéctica, el método propio de la inquisición filosófica, la actividad principal
de la institución; asimismo, también era principal actividad, en consonancia
con lo expresado en República, la formación de los filósofos en política, de
modo que fueran capaces de legislar, asesorar e incluso gobernar (se sabe de
varios platónicos que, luego de estudiar en la Academia, se dedicaron
efectivamente a estas actividades).
Platón
recibió influencias de otros filósofos, como Pitágoras, cuyas nociones de armonía
numérica y geomatemáticas se hacen eco en la noción de Platón sobre las Formas;
también Anaxágoras, quien enseñó a Sócrates y que afirmaba que la inteligencia
o la razón penetra o llena todo; y Parménides, que argüía acerca de la unidad
de todas las cosas y quien influyó sobre el concepto de Platón acerca del alma.
Platón
murió en el 347 a. C., a los 80/81 años de edad, dedicándose en sus últimos
años de vida a impartir enseñanzas en la academia de su ciudad natal.
Diálogo platónico.
La
mayor parte de las obras de Platón están escritas – como la de los escritos
filosóficos de la época - no como tratados, sino en forma de diálogos. En ellos
sitúa Platón a una figura principal, la mayor parte de las veces Sócrates, que
desarrolla debates filosóficos con distintos interlocutores, que mediante
métodos como el comentario indirecto, los excursos o el relato mitológico, así
como la conversación entre ellos, se relevan, completan o entretejen; también
se emplean monólogos de cierta extensión.
Algunas ideas sobre la obra.
Contexto filosófico de la obra.
Se
presenta el amor como el deseo de los seres humanos de perpetuarse en otros,
bien biológicamente, bien en el espíritu o en el recuerdo. El eros platónico en
el Banquete, es definido también como
un ansia de cosas buenas y de felicidad, como un deseo de posesión del bien.
Trasfondo social.
Al
lector moderno le sorprende el papel que desempeña la homosexualidad en la
doctrina platónica del eros, un papel tan excluyente que el punto de partida
del camino conducente a la contemplación de lo bello en sí no es otro que el
correcto ejercicio de la pederastia. Todos los participantes de la reunión,
excepto Aristófanes, dan por sentada la superioridad del amor homosexual como fuente de vivencias
elevadas sobre la heterosexualidad que se relega a las meras funciones de la
reproducción.
Las
reglas sociales que regían estas relaciones en Atenas, según el discurso de
Pausanias, por su ambigüedad, demuestran que estas relaciones no eran bien
vistas por todo el mundo. Al erastés o
enamorado se le daba amplia libertad para perseguir al objeto de su deseo y licencia
para mentir y transgredir sus juramentos; al objeto de pasión, al erómenos, le
vigilaba la familia y la sociedad le ponía en guardia frente a este tipo de
asedios. Sólo se admitía cuando la calidad humana del amante lo merecía y
cuando de una relación de esta índole se deducían beneficios educativos para el
muchacho.”
Por
otra parte, los personajes de la obra, aristócratas, no eran representativos de
la sociedad general. En este círculo elitista, se menospreciaba a la mujer como portadora de virtudes morales e
intelectuales y, por consiguiente, la relación heterosexual no podía ser
considerada una relación espiritualmente enriquecedora.
Antes
decíamos que este tipo de relaciones no eran vistas bien por todo el mundo, sin
embargo, un círculo pederástico tan señalado solo es posible en el marco más
amplio de una sociedad permisiva con los caprichos del sexo. La actitud de la
sociedad ateniense en el siglo V antes de Cristo frente a la sexualidad era
bastante abierta y aunque de tendencias
heterosexuales, llegado el caso no vacilaban en satisfacerse con el objeto
erótico que más a mano tienen. Es decir, no se criticaba al que alternaba
mujeres y mancebos en sus relaciones amorosas. Mas sobre aquellos que ejercían
la prostitución, recaía el mayor desprecio. Frente
a este oportunismo sexual de baja estofa, el mayor refinamiento del círculo
platónico ponía en primer plano los aspectos elevados de la relación
homosexual.
El
Banquete / Platón.
El banquete o El simposio (en
griego antiguo Συμπόσιον, Sympósion) es un diálogo platónico compuesto hacia el
año 380 a. C. que versa sobre el amor. Esta obra, junto al Fedro, conformó la idea de amor platónico.
Desarrollo argumental
La
narración es de Apolodoro, discípulo de Sócrates desde hace tres años, que en
una conversación con un amigo rememora una historia que el amigo supone
reciente. Apolodoro le comenta que dichos diálogos en los que participó
Sócrates, ocurrieron en otro momento histórico, cuando ellos eran niños. Y que
él no participó en ellos. Sabe lo que ocurrió porque se lo contó otro discípulo
del maestro, que sí asistió, que se llamaba ARISTODEMO. Sin embargo, Apolodoro
consultó con su maestro algunos aspectos de lo dicho en los discursos.
Aristodemo
le contó a Apolodoro cómo terminó asistiendo a esa comida a pesar de no haber
sido invitado. Se había encontrado casualmente con Sócrates y éste le propuso
que le acompañara a casa de Agatón, el anfitrión, y que ya buscarían alguna
explicación que darle cuando los viera juntos a los dos en su casa. No hizo
falta ninguna, pues cuando Agatón le vio entrar solo, el filósofo se había
rezagado reflexionando, sin darle tiempo a hablar le invitó a la comida.
El
banquete fue organizado por el poeta trágico Agatón para celebrar su victoria
en las fiestas Leneas del 416 a. C. Sócrates no había acudido a esa fiesta
multitudinaria por lo que fue, lavado, calzado, a comer a casa de Agatón al día
siguiente, para no parecer descortés con el dramaturgo.
Tras
la comida Erixímaco propone pasar el tiempo en mutuos discursos en alabanza del
Amor, de Eros, y debatir un tema que Fedro ha tenido en mente. Erixímaco pide
que cada uno de los invitados improvise un elogio a Eros pues, según
comentarios de Fedro, siendo este dios uno de los más importantes, rara vez es
encomiado como merecería. Todos están de acuerdo con el tema, como también lo
están en despedir a las bailarinas que animarían la reunión y de dejar a cada
uno que bebiera lo que quisiera sin buscar acabar todos ebrios, pues alguno de
los comensales aún sufren la resaca del día anterior.
El
primero en realizar el discurso es Fedro, pareja de Erixímaco.
Eros
es el dios más anciano y es el que hace más bien a los hombres, porque no hay mayor
ventaja para un joven que tener un amante virtuoso, ni para un amante, que el
amar un objeto virtuoso. Hace sentir vergüenza a los amantes cuando realizan
algo mal o deshonesto y les emula a hacer el bien. Inspira valor en las
circunstancias difíciles, como puede ser una guerra, en aquél que no lo posee
por naturaleza. Por eso Fedro cree que un ejército formado por hombres enamorados
entre ellos sería imbatible ya que “sólo
los amantes saben morir el uno por el otro”. En el alma del que ama hay
divinidad. De todos los dioses, Eros es el más capaz de hacer feliz al hombre.
El
segundo en hablar es Pausanias.
Comienza
su discurso diciendo que hay dos Afroditas, y por lo tanto dos Eros. La Afrodita
popular, PANDEMO (Vulgar), hija de Zeus y de Dione, y la Afrodita URANIO
(Celeste), que no nació de madre. El amor que acompaña a la primera es el del cuerpo
y, por tanto, no dura. El amor que acompaña a la segunda es el del alma y, por
tanto, es duradero.
Pausanias
piensa que el Amor no es bueno en sí mismo: lo hay bueno y malo. Este es el que
corresponde al amor de Afrodita Pandemo, que es un amor vulgar porque los que
sienten este amor aman más el cuerpo que el alma, tanto de mujeres como de
mancebos. Los que siente este amor prefieren amados necios y no se preocupan de
la belleza del cortejo amoroso.
El
otro amor, el de Urania, procede de una diosa que no participa de hembra, sino
solo de varón: este es el amor a los muchachos, a lo masculino, que considera
por naturaleza de más fuerza y entendimiento.
Los
que se sienten este amor se inclinan solo por los muchachos a partir que les empieza
a salir la barba, cuando comienzan a tener más entendimiento. Los que aman a
estos chicos intentan mantener esta relación durante toda la vida y no
engañarlos.
Pausanias
propugna la prohibición de amar a los niños, algo que los hombres de bien hacen
motu proprio. Y en la relación del
amante con el amado (adolescente) defiende que los regalos o promesas de
dádivas deberían estar prohibidos. El amante solo se debe hacer digno del amado
a través de la persistente elocuencia y cariño. Cosa que no se respeta en otros
lugares.
Para
Pausanias, este amor debe llevarse de forma natural, no a escondidas y es
partidario de que los amantes seleccionen a los muchachos por sus cualidades y
carácter, más que por la belleza de su cuerpo.
Recomienda
también que la duración del cortejo debe ser lo suficientemente amplia como
para que se pueda ver bien la personalidad de ambos.
Este
es el amor que hay que alabar porque además es bueno para la ciudad y para los
ciudadanos porque es virtuoso.
Luego
habla Erixímaco,
médico.
Erixímaco
adelanta su turno de intervención porque le entra hipo a Aristófanes.
Su
discurso es una continuación del de Pausanias pues profundiza en él. La idea
fundamental es que la presencia de esos dos amores se extiende a otras facetas
de la vida e, incluso, se puede aplicar a la relación con los dioses.
Así,
en Medicina, encontramos ese doble amor. El estado sano del cuerpo y el estado
enfermo. El amor bueno reside en el cuerpo sano y el malo, en el cuerpo
enfermo. Por lo tanto, es aconsejable propiciar lo relacionado con la salud y
huir de lo que nos lleva a la enfermedad. El médico bueno es el conocedor de lo
que nos produce bienestar y el que es capaz de reconducir a los que están
enfermos. En la teoría amorosa: procurar que los dos estados enfrentados,
-salud, el amor bueno, y la enfermedad, amor malo- se entiendan y se amen mutuamente.
Lo
mismo pasaría con la Música. La armonía que consigue el compositor es una
consonancia, un acuerdo de sonidos discordantes. El ritmo también es la
armonización de lo rápido y lo lento. Esta concordancia es producto del amor
entre elementos discordantes.
Esta
armonía o desorden se puede comprobar a lo largo del año en las estaciones:
cuando se presentan beneficiosas es porque han armonizado, se ha basado la
relación de unas con otras en el amor bueno; y cuando se presentan
catastróficas es consecuencia del desorden en las tendencias amorosas.
Sigue
entonces el discurso de Aristófanes.
Su
discurso se organiza en torno a dos ideas: la primera es la importancia del
amor en la consecución de la felicidad y la segunda explicar cuál es la
naturaleza humana para poder comprender el impulso amoroso y la necesidad que
tenemos de la relación amorosa.
En
un principio la naturaleza humana era distinta a la actual. Relata un mito
según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas
esféricas con dos caras, cuatro piernas, cuatro brazos... Tres sexos existían
entonces: el masculino, descendiente del sol; el femenino, descendiente de la
tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos. Estos
seres se creían tan poderosos que atentaron contra los dioses escalando al
cielo; por ello, Zeus los castigó dividiéndolos en dos mitades con el fin de
debilitarles. Apolo realizó una serie de operaciones quirúrgicas para convertir
esos seres esféricos en algo parecido a los seres humanos actuales, si bien fue
necesaria una segunda intervención para desplazar los órganos sexuales hacia
delante, lo que permitió la reproducción de los andróginos y el placer
reconfortante en todos. Eran sin embargo, seres incompletos que anhelaban siempre
la unión con su mitad perdida. A partir de ahí, hacían esfuerzos por encontrar
a su otra mitad, y cuando se encontraban no querían separarse la una de la
otra. Los hombres que provienen de andróginos aman a las mujeres, y las mujeres
a los hombres. Las mujeres que provienen de las mujeres primitivas, aman a las
mujeres. Y los hombres que provienen de los hombres primitivos aman a los
hombres. El amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta.
Este
deseo de unión, de encontrar a la parte complementaria es el amor. Y cuando se
consigue la unión con la persona adecuada se produce la felicidad.
El
siguiente en hablar es Agatón. A
medida que avanzan los discursos, los últimos se sienten abrumados por lo dicho
por los que ya han intervenido y temerosos de que su discurso no esté a la
altura de lo dicho. Así cuando Agatón, ilustre escritor, expresa este temor,
Sócrates se mete con él por ser un timorato y tener miedo de hablar ante ellos
y no tenerlo el día anterior en el teatro ante una multitud de espectadores.
Los dos se lían en una discusión que Fedro corta para que se centren en el tema
a desarrollar.
Agatón
se propone describir cómo es Eros y los efectos que produce en aquél que siente
su influencia. Es el más bello y mejor de los dioses; es el más joven y siempre
es joven, ya que huye de los viejos. Es delicado, por eso fija su morada en los
corazones y en las almas y huye de la cabeza, de las cosas racionales y del
suelo, de las cosas prácticas. Es sutil en las formas permitiéndole entrar y
salir en las almas y corazones
imperceptiblemente. Es justo y bondadoso: el que quiere no causa mal al amado,
ni éste al amante. También es templado en el disfrute de los placeres, estando
por encima de ellos y regulándolos. Y el amor hace a los que lo sienten ser
capaces de expresar sus sentimientos de manera poética.
Discurso de Sócrates.
El último en hablar es Sócrates, que
comienza con un irónico exordio en el que advierte de que
no elogiará a Eros faltando a la verdad sobre él, sino que contará lo que sabe
del amor sin callar lo que no sea hermoso. Así, al primero que rebate es al
último en hablar, a Agatón, sosteniendo que el amor ni es bello ni bueno con un procedimiento basado en preguntas que le va formulando al
anfitrión y de las propias respuestas que él ofrece, lo convence. Así lo
primero que le demuestra es que el amor es amor de alguien que no está a tu
disposición o de algo de lo que se carece, pues si se poseyera, no se sentiría
necesidad de amar. Luego, precisa que amar consiste en desear lo bello, por lo
cual deduce que el que ama no posee belleza, que el amor en sí no es bello,
pues si lo fuera no tendría deseo de acercarse a lo bello. Por consiguiente, si el Amor carece de cosas bellas y si lo
bueno es bello, también estará falto de cosas buenas.
El
discurso del filósofo cambia a partir de este momento. Lo que va a decir del
amor, según sus propias palabras, no es suyo, sino de Diotima, una mujer que le
sacó a él de los mismos errores que acaban de cometer los intervinientes
anteriores al presentar de manera tan ideal al amor. Tal vez sea una muestra de
humildad al no atribuirse él esas ideas, o una manera de expresar su
pensamiento sin ser descortés con los demás comensales a los que va a contradecir
en algo de lo que han dicho. Para ello reproduce la conversación que Sócrates
mantuvo con esa mujer.
Sócrates
había afirmado ante Diotima que el Amor
era un gran dios y que tenía por objeto las cosas buenas; es decir, como
todos los dioses, era bello y bueno. Pero según se ha visto con el razonamiento
anterior, Eros no es bello ni bueno, pero tampoco feo ni malo, como pensó
Sócrates; por ende, tampoco puede ser un dios pues éstos son felices y bellos,
pero tampoco puede ser humano. Según Diotima, es un genio (demonio), algo intermedio
entre mortal e inmortal. Los demonios son intérpretes y medianeros entre los
dioses y los hombres, la adivinación procede de los demonios.
Ante
la pregunta de Sócrates sobre la génesis
del amor, Diotima narra la historia de que cuando Afrodita nació asistió a
la celebración Poro (el Recurso). Al finalizar la comida se presentó Penía (la Pobreza). Poro, embriagado, penetró
en el huerto de Zeus y se quedó dormido, momento que aprovechó Penía para yacer
con él, y de esta relación salió el Amor con las siguientes características: es
acólito de Afrodita por haber sido engendrado en su natalicio y por lo tanto
amante de la belleza, pero como hijo de Poro y Penía, es siempre pobre y está
muy lejos de ser delicado y bello; y por su naturaleza, no es inmortal ni
mortal, sino que es muy cambiante incluso en un intervalo de tiempo corto.
La
siguiente cuestión que plantea Sócrates a Diotima es la utilidad del amor. A lo que la mujer responde diciendo que si el
amor busca la belleza y ésta se identifica con las cosas buenas, el amor lo que
busca es conseguir el bien para ser feliz; es decir, sentir amor es equivalente
a ser feliz, algo que ansían todos. Sin embargo, unos aman unas cosas y otros,
otras y utilizamos el término “amor” de manera restringida para referirnos
aquellos que buscan el amor en otra persona. Pero, aunque a todo deseo de cosas
buenas y de ser feliz llamamos amor, no todos se entregan a él de la misma
manera: unos se entregan en los negocios, otros en los deportes, en la filosofía…
Diotima
intenta ahora demostrar la falsedad afirmada en el discurso de Aristófanes de
que los enamorados buscan la mitad de sí
mismos para poder ser felices. Según ella, lo que buscan los enamorados es
el bien y nunca otra cosa, pues, cuando en ellos mismos hay algo malo, no dudan
en amputarse los pies o la mano, algo que es propio de ellos. Por todo ello hay
que aducir que el objeto del amor es la
posesión constante de lo bueno.
¿En qué acción concreta se
plasma este deseo amoroso? En
la procreación de la belleza tanto según el cuerpo como según el alma.
Cuando se llega a cierta edad es común a todos el deseo de la procreación
biológica o espiritual. La unión de varón
y de mujer es procreación y es una cosa divina, pues la preñez y la generación
son algo inmortal que hay en el ser viviente, que es mortal. Solo en la
belleza se puede dar procreación, por lo que deduce que el amor no es amor de
la belleza, sino amor de la generación y del parto que solo se pueden dar en la
belleza.
Continúan
abordando nuevos temas o aspectos. El siguiente es por qué la generación es algo eterno e inmortal teniendo en cuenta
que se da en los seres humanos que son mortales. Si el deseo del amor es la
posesión de lo bueno, ha de querer también la inmortalidad, que nunca acabe el
sentimiento amoroso en los humanos. Y ¿por
qué los seres humanos aman la inmortalidad? Comprobamos, en primer lugar,
que los progenitores están dispuestos a dar su vida por sus retoños. ¿Por qué?
Porque la naturaleza mortal busca en la medida de lo posible existir siempre y
ser inmortal. Y esto solo se consigue con la procreación al dejar un ser nuevo
en lugar del viejo. No solo existe este cambio o transformación, este deseo de
renovación, sino que nosotros, mientras vivimos no somos estables; continuamente
estamos cambiando a lo largo de nuestra vida: nuestro cuerpo, nuestros hábitos,
deseos, temores, conocimientos…
Diotima
intenta convencer a Sócrates de que esto es así, sino no se explicaría la
ambición de los seres humanos tanto en la procreación biológica como en la
espiritual por dejar transcendencia de ellos. Para Diotima, la ambición más
noble es la espiritual: la trasmisión, procreación de ideas, de virtudes, de
sabiduría en otros. Esto es lo que hacen los poetas, los inventores y sobre
todos los políticos que intentan construir ciudades-estado mejores. Estas
personas están preñadas desde niños por esta sabiduría y llegado el momento
buscan una persona con un alma bella para transmitirle esas ideas y formarle
espiritualmente. La transmisión de esos conocimientos, como acto de
alumbramiento, es más noble que la propia descendencia biológica y, de hecho,
la posteridad ha reconocido el mérito de estos hombres, pero no el de los
simples reproductores.
Aquí
termina el discurso de Diótima para instruir a Socrates en los secretos del
amor. Sin embargo, le propone a su discípulo dar un paso más en este
conocimiento; este nuevo estadio no lo alcanza cualquiera. El proceso para
llegar a esta meta comenzaría cuando se es joven “dirigiéndose hacia los cuerpos bellos y enamorarse primero de un solo
cuerpo y engendrar en él bellos discursos; comprender luego que la belleza que reside en cualquier cuerpo
es hermana de la que reside en el otro, y que si lo que se debe perseguir es la
belleza de la forma, es gran insensatez no considerar que es una sola e idéntica
cosa la belleza que hay en todos los cuerpos. Por lo tanto, no conviene
fijarse en una sola persona, sino enamorarse de todas las personas bellas. A
continuación, entender que es más digna de admirar la belleza del alma que la
del cuerpo. Después de las normas de conducta,
el iniciador debe conducir a las ciencias para que iniciado vea la belleza de
éstas, dirija su mirada a toda esa belleza y no sea en lo sucesivo hombre vil y
de mezquino espíritu por servir a la belleza que reside en un solo ser…, sino
que vuelva su mirada a ese inmenso mar de la belleza y su contemplación le haga
engendrar muchos, bellos y magníficos discursos y pensamientos en inagotable
filosofía hasta que vislumbre una ciencia única que versa sobre una belleza que
es así… El que hasta aquí ha sido educado en las cuestiones amorosas y ha
contemplado en este orden y en debida forma las cosas bellas, acercándose al
grado supremo de iniciación en el amor, adquirirá de repente la visión de algo
que por naturaleza es admirablemente bello, aquello por cuya causa tuvieron
lugar todas las fatigas anteriores, que en primer lugar existe siempre, no es
bello por un lado y feo en el otro, ni aquí bello y allí feo. Se trataría
de la contemplación de la belleza (el éxtasis místico) de la que dependen
todas, aunque la suma de ellas o cualquiera de manera individual alteran o
influyen en la naturaleza de esa Belleza.
Si se llegara a contemplar, “ese es el
momento de la vida en que adquiere valor el vivir del hombre: cuando éste
contempla la belleza en sí. Si alguna vez la vislumbras, no te parecerá que es
comparable ni con el oro, ni con los vestidos, ni con los niños y jóvenes, a
cuya vista ahora te turbas…”
El
diálogo se cierra con la bulliciosa entrada de un ebrio Alcibíades en la
celebración que habla sobre Sócrates, diciendo que es un sátiro burlón y
descarado, que se burla de todos haciéndose el ignorante. Que dice no saber
nada pero que en él hay muchos tesoros.
Elogia
entonces la figura de Sócrates, alabando su templanza y su apego a la verdad, a
cuya búsqueda vive consagrado. De esta forma se muestra al lector cómo el
propio Sócrates es la encarnación perfecta de los preceptos que él mismo expuso
en su discurso. Para ejemplo, Alcibíades narra cómo, a pesar de que entonces
toda Atenas reconocía su belleza física, Sócrates rehusó el trato sexual con
él.
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Te presento esta novela ambientada en Salamanca que acabo de publicar, por si te animas a leerla. SINOPSIS El asesinato de un diputado en un museo de Madrid lleva a un inspector inexperto a Salamanca, circunscripción por la que es electo el difunto. Durante la estancia en la ciudad se adentrará en el mundo académico, político y social en busca de indicios que expliquen los motivos que han llevado al verdugo a cometer tal atrocidad. El proceso indagatorio conducirá al detective a plantearse alguno de los principios por los que ha de regirse en su oficio, después de entrevistarse con testigos poco habituales que no parecen entristecerse con la muerte del político y que no aportan datos significativos del caso. El ambiente de la localidad universitaria de principios de los noventa del siglo pasado, extraño para el protagonista, más la resolución del caso, le dejarán la sensación de fracaso de su valía profesional y, sobre todo, del papel que le corresponde como agente al servicio de la justicia. Puedes conseguir la novela en papel (16 €) o formato ebook (4,49 €) en varias plataformas on line, tanto en España, como en otros países -la forma más rápida en cualquier país es a través de AMAZON:
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Fedro
es pareja de Erixímaco; Pausanias y Agatón forman pareja…
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