Comentario crítico del texto "Épica y deporte" de Fernando Lázaro Carreter
Épica y deporte. Los juegos deportivos modernos han venido a satisfacer el ansia de presenciar hazañas. Sólo que los adalides son hoy nadadores y demás portentos, y los ejércitos se han trocado en equipos de disciplinados muchachos que atacan y contraatacan, y tienen banderas propias, himnos y capitanes, y proceden con estrategias muy meditadas. Movidas por el furor épico, las multitudes se amontonan para ver descender a sus ídolos del autobús, igual que se asomaban los vecinos de Burgos para ver pasar por las calles a Rodrigo con los suyos. Después asisten a sus gestas, no limitándose a presenciarlas, sino participando activamente con broncas e, incluso, tundas. Para quienes se quedan en casa, está el sucedáneo de las transmisiones audiovisuales, como antaño estaba la recitación en la plaza del pueblo o en el atrio de la iglesia. Los locutores de turno ejercen de juglares. “¡Que bien detiene el balón Abel!”, clama uno, como su predecesor, medieval prorrumpía en igual grito exal