Comentario de la columna de Elvira Lindo titulada "Conciliar"

Conciliar
ELVIRA LINDO 23/12/2009


Mi casa linda con una guardería, o escuela infantil, como se llama ahora. Si esta circunstancia se hubiera dado en Estados Unidos, quien nos vendió la casa debería haberlo advertido. Para los americanos que no están en edad de criarlos, los niños son altamente molestos. A mí los niños chicos me enternecen. Una vez que he conseguido transformar su bullicio en el ruido de fondo que cada casa tiene, mi casa no sería la misma sin ellos. Como los arbolillos del patio, los niños me avisan puntualmente de las estaciones. En verano hay una remesa nueva de bebés que por la mañana maúllan como gatos, contagiados unos por otros. Algunos llaman a su madre desesperadamente. Me parten el corazón. El llanto se desvanece con la comida y luego, tras el silencio de la siesta, canturrean distraídamente un disco de canciones infantiles. A veces me he descubierto escribiendo sobre Obama, el aborto o la corrupción inmobiliaria mientras tarareaba El señor Don Gato. Los escritores con hijos sabemos que es compatible.

En primavera o en otoño, sus vocecillas se mezclan con el jaleo de los pájaros que vienen a disputarse el pan que les ponemos. En invierno se les oye menos, porque pasan el día dentro, protegidos del frío. Yo los veo entrar y salir, acolchados como astronautas, con gorros y bufandas a modo de escafandra; los ojos muy abiertos, asustados por la mañana, cansados por la tarde. A veces se nos cuelan los villancicos. La gente se burla de los villancicos. Se olvida de lo que nos gustaban a los niños las canciones estacionales y de lo educativo que es cantar.

Ayer tarde, a través de la verja, vi a un niño y una maestra cantando que hacia Belén iba una burra. Debía de ser el último niño. Una joven cruzaba la calle corriendo y llamó al timbre de la guardería jadeando. Era yo misma hace 20 años, cuando conjugaba a diario el verbo "conciliar".

ESTRUCTURA EXTERNA.
Texto completo escrito en prosa. Se trata de una columna de un periódico. Los modos de elocución que encontramos en el texto son la descripción: de la ubicación de la vivienda de la autora, del comportamiento de los niños en la guardería…; narración sobre todo cuando cuenta la llegada de la madre a la guardería a buscar a su hijo en el último párrafo; y argumentación pues el objetivo último es sensibilizar a los lectores sobre los derechos de los niños y las necesidades de las madres trabajadoras.

ESTRUCTURA INTERNA.
1/6 Elvira Lindo comenta que su casa linda con una guardería. Lejos de ser un inconveniente esta circunstancia, el bullicio que proviene de ella le avisa de la estación en la que vive.
6/19 En estas líneas se describe la influencia de la estaciones en el comportamiento de los niños: en verano, se incorporan bebés por primera vez que lloran…; en primavera y otoño, su jaleo se mezcla con la algarabía de los pájaros; en el invierno se les oye menos y cantan villancicos.
20/23 Narración de la madre que llega presurosa a recoger a su hijo que es el último. Al verla, Elvira se acuerda de ella misma veinte años antes y resalta las dificultades para conciliar vida laboral y familiar.

TEMA. Dificultades de las madres para conciliar vida familiar y laboral.
RESUMEN.
Elvira Lindo cuenta que cerca de su casa hay una guardería. El bullicio procedente de ella, una vez interiorizado, no le impide trabajar -escribir- y es un indicador de los cambios estacionales. Así, el llanto de los niños por la mañana recién incorporados, el silencio de la comida y posterior siesta y los cantos infantiles de la tarde, le avisan del buen tiempo en verano. En otoño y en primavera, los gritos y el jaleo de los bebés en el patio se confunden con la algarabía de los pájaros que comen en su jardín. Y el silencio, porque no salen tanto al patio, y la llegada atenuada de los villancicos, es síntoma del invierno y la Navidad. Y observando cómo una madre corre presurosa a recoger a su hijo que es el último, se ve reflejada cuando ella misma acudía a buscar al suyo resaltando las dificultades de las madres trabajadoras.

INTENCIÓN Y ACTITUD.
El artículo evoca recuerdos de la autora cuando ella era madre joven y llevaba a su hijo a la guardería. Muestra su afecto a los niños y una serie de consideraciones personales, como que el bullicio de los niños no le impide concentrarse cuando escribe... Pero, aparte de todo esto, hay una clara intención de concienciar a la sociedad en general de las dificultades que conlleva la maternidad para las mujeres que trabajan. La actitud, obviamente, es muy subjetiva: parte de experiencias y emociones personales, pero muy representativas de cómo afrontan la crianza de los niños las mujeres trabajadoras.

VALORACIÓN OBJETIVA.
La articulista refleja en su texto algunos detalles de la sociedad con respecto a la infancia y las madres trabajadoras. Con esta columna, de manera sutil, intenta poner de manifiesto actitudes negativas que están presentes en algunas personas. Por ejemplo, los niños son fastidiosos; una guardería puede ser una actividad molesta para los vecinos; el jaleo de los niños irrita; los villancicos son pesados. Con estas consideraciones intenta defender el mundo de la infancia, de respetarla porque al fin y al cabo todos hemos sido niños y nos hemos comportado como tal.
Pero, además, de manera delicada y magistral, la autora resalta el papel de las madres en la sociedad actual. Si desean ser madres y llevar una vida laboral, a pesar de la existencia de las propias guarderías, lo tienen difícil para poder conjugar esas dos actividades. Además, se resalta el dolor producido al dejar a niños tan pequeños en las guarderías.

VALORACIÓN SUBJETIVA.
La sensibilidad con la que Elvira Lindo desarrolla el tema de la infancia y de la conciliación de la vida laboral y la familiar llega a cualquiera que haya criado y se haya visto obligado a dejar a sus hijos a una edad bastante temprana en manos ajenas. La separación es dolorosa tanto para los hijos como para los padres. Sin embargo, las condiciones de vida desde hace ya bastante tiempo imponen este modelo de crianza. En primer lugar porque el papel de la mujer ha cambiado. En segundo lugar, porque pocas familias pueden sobrevivir con los ingreso de uno solo de sus miembros. Por eso una de las reivindicaciones repetidas durante muchos años ha sido la creación de plazas de guardería públicas subvencionadas para aquellas personas con más necesidades. Los poderes públicos -ayuntamientos, comunidades autónomas...- han hecho suyas estas reclamaciones apoyando a la familia con algunas iniciativas como la escolarización cada vez más extendida de niños de dos años.

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