Es
una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesta su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡Carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
ESTRUCTURA INTERNA.
La
primera parte va del verso 1 al 12; es una descripción del paisaje por donde el
loco camina. (Tierra estéril, árida
llanura, álamos marchitos, estepas, encinares, serrijones…)
La
segunda parte comprende desde el verso 13 al 18. Hasta el verso 18, se describe
al loco huyendo de la ciudad.
La
tercera parte abarca desde el verso 19 hasta el final, estrofa donde se
determina el origen congénito de la locura del caminante.
1. Contextualización del poema en
el movimiento al que pertenece el autor y su obra.
Campos de Castilla es
un poemario de Antonio Machado, poeta sevillano nacido en 1875 y muerto en
Collioure (Francia) cuando salía camino del exilio después de la derrota de la
República en la Guerra Civil Española (1936-1939). El poeta realizó dos
ediciones de este título: una en 1912, poco antes de la muerte de su joven
esposa Leonor y otra, en 1917, cuando residía en Baeza (Jaén).
Antonio Machado es un escritor
que vive el cambio de época literaria en las postrimerías del siglo XIX y
comienzos del XX. Es uno de los modernistas que se oponen a la estética vulgar
y decadente de los realistas. Sus primeros pasos como poeta los da siguiendo la
estela iniciada por Rubén Darío, aunque su poesía expresa unos contenidos
personales de corte existencial, con temas como el paso inexorable del tiempo,
la muerte…, que tan solo aparecerán en el modernismo y en el poeta nicaragüense
en las etapas posteriores, sobre todo en Cantos
de vida y esperanza, en 1905. Precisamente su obra poética inicial, Soledades. Galerías. Otros poemas, ve la
luz en 1903, un poco antes de la publicación de esa obra del poeta
nicaragüense, aunque la edición definitiva la realiza Machado en 1907.
Las
preocupaciones personales pronto se ampliaron a la preocupación por el momento
difícil que pasa España por esos años. Cuando surge esta inquietud se produce
una aproximación al movimiento noventaiochista. Le generación del 98 está
formada por un grupo de escritores a cuya cabeza podemos situar a Miguel de
Unamuno; otros miembros destacados fueron Azorín. Ramiro de Maeztu, Pío Baroja,
Valle-Inclán y el mismo Rubén Darío. Con su labor creativa pretenden analizar
las causas por la cuales España ha llegado a la situación de postración en la
que se encuentra en ese momento. Y, también, proponer una serie de medidas
regeneracionistas que acercaran al país a Europa. En definitiva, intentan
ayudar a su modernización. Buscando la esencia de lo verdaderamente auténtico
del carácter del pueblo español, creen que la esencia de España está en
Castilla, en su paisaje y en sus gentes. En esto coincide Antonio Machado y la
obra que mejor refleja esta inquietud es el poemario de Campos de Castilla.
Dentro
de esta obra, el poema que se comenta lo podríamos incluir, por una parte, en
el grupo de
poemas en los que el paisaje
adquiere un protagonismo claro; pero, por otra, en los que aparece una actitud crítica denunciando el atraso y
la pobreza de Castilla, o denuncia los males de la España presente. En esto
coincide Machado con la Generación del 98 y los regeneracionistas. Aunque el
tema principal aborda la aproximación sentimental y empática hacia un personaje
marginal, como es el loco, las notas paisajísticas de Castilla y el momento de
la acción -atardecer de un otoño-, se acomodan perfectamente a la soledad del
protagonista. La actitud crítica se puede apreciar en las consideraciones que
el poeta realiza de la ciudad, que simboliza el ocio y el tedio, notas que se
pueden extender al conjunto del país.
El último hito en la evolución
poética de Machado es la publicación en 1924 de su poemario titulado Nuevas canciones. La
colección recoge apuntes de paisajes y poemas de circunstancias. Lo más
resaltable son “Los nuevos proverbios y cantares”, un centenar de poemas que
encierran un pensamiento, una paradoja… Las preocupaciones filosóficas han
pasado a primer término. Sin embargo, es el inicio de su decadencia poética: su
poesía posterior es escasa y no forma un libro. Solo merecen la pena unas
canciones a Guiomar, un amor tardío, y unas cuantas poesías de guerra.
2.
Tema o temas del fragmento en relación con los temas de la obra.
El
principal tema del poema es la identificación del
poeta con las circunstancias anímicas y vitales del loco protagonista. Esa
simbiosis se puede ampliar al paisaje recorrido por el caminante; es decir, hay
una similitud sentimental y anímica entre poeta y el loco con el paisaje, la hora
del día y la época del año. La exaltación del paisaje árido y desolador del
campo castellano representa la soledad del loco y del poeta; el otoño frío, más
intenso porque la escena de los caminantes -el loco y el poeta que ve a ese
caminante- es al atardecer, se ajusta a la falta de cariño y la sensación de
aislamiento: los dos, el loco y el poeta, huyen de la ciudad y se refugian en
la soledad de los campos.
Como
tema secundario se puede señalar una velada crítica a lo que para el poeta
significa la ciudad: maldades pequeñas,
misérrimas virtudes, chulos aburridos, tedio urbano, pobre espíritu… Todas
estas notas son actitudes o comportamientos que salen a relucir en diversos
poemas de Campos de Castilla. Contra
todas ellas lucha el poeta en su programa poético regenerador. Por una parte,
se critica la pobreza de espíritu de los habitantes de las ciudades; espíritu
adormilado que afronta la vida con resignación y sin energía para lograr una
vida más intensa. Sabiendo la fuerza simbólica de los poemas de Antonio
Machado, no es descabellado pensar que el poeta presenta la ciudad descrita en
este poema como símbolo del conjunto del país.
En
la última estrofa, versos 29/32, se aborda el origen de la locura del caminante
-también del país-, que no es consecuencia de un desengaño vital, sino de la
herencia genética recibida. Tal vez sea demasiado atrevido relacionar esta
afirmación con el origen de los males del país. Estos no son producto de un
desengaño puntual, como el desastre del 98, sino de la herencia recibida de
generaciones anteriores de españoles que con su desidia han abocado a la
situación crítica en la que se encuentra España en los años iniciales del siglo
XX. El loco huye de la ciudad buscando la soledad de los campos castellanos,
buscando unos referentes fuertes de regeneración.
3. Comentario del simbolismo en el
poema con relación a la obra.
Se comentan alguno de
los símbolos utilizados por Machado en este poema. Comenzamos por tres
repetidos en Campos de Castilla: el
atardecer, el otoño y el camino. Los dos primeros representan momentos que se
adecuan a la personalidad del poeta, que prefiere la desnudez paisajística y la
luz atenuada de la tarde y de esa estación del año. Muchos de los momentos de
realización poética tienen lugar en esas circunstancias. Este loco camina en
estas circunstancias, al igual que el poeta que lo contempla y refleja en estos
versos.
Conviene,
además, no obviar que, tanto el momento del día, como del año, -atardecer e
invierno- supone un final de ciclo: aún hay luz, pero a punto está de llegar la
noche; todavía la naturaleza tiene vida, pero el invierno está a punto de
aletargarla. El loco, -el país, como a continuación explicamos-, camina en esas
circunstancias extremas que pueden hacer imposible el avance del caminante en
un breve espacio de tiempo. Por último, en el comentario de estos símbolos
utilizados en otros poemas, resaltamos la palabra camino como símbolo del
transcurso de la vida. De hecho, los otros dos símbolos tienen implícitamente
en cuenta éste cuando se hablaba del final del ciclo.
El
símbolo de la ciudad, como representativa de la desidia y la falta de espíritu
emprendedor de la España de esa época, no ha aparecido en los anteriores poemas
de Campos de Castilla. En este hay una intención clara de presentar la ciudad,
-probablemente la ciudad provinciana, pequeña, que muy bien podríamos concretar
en la ciudad de Soria- como símbolo de unos habitantes ociosos y ensimismados,
que no pueden ser los dinamizadores de un país que necesita renovarse.
Este
loco, como se ha dicho antes, representa también al poeta, pero también es un
símbolo del país. España está a punto de entrar en un momento de su historia
-en los años en que fue escrito el poema- en el que será muy difícil avanzar,
al igual que el loco en esa tarde
desabrida. Es una muestra del pesimismo del poeta.
4. Análisis del estilo del poema en relación
con el estilo de la obra a la que pertenece.
Desde
un punto de vista métrico, nos encontramos un poema formado por 32 versos. La
mayoría de ellos son endecasílabos, aunque hay heptasílabos, los versos 3, 13,
17 y 22. La rima es consonante,
alternando la distribución encadenada, la mayoría -del verso 1 al 22-, la
abrazada, por ejemplo, en los versos 23 y 26; incluso, una rima gemela en el
pareado que viene a continuación en los versos 27 y 28.
En
el poema encontramos esticomitia, excepto en tres casos en los que hay
encabalgamientos suaves: en el verso 2 y 3, … tierra // estéril…; en el verso 20 y 21, …quehaceres //de chulo; en el 21 y 22, …ruindades //de ociosos…
Se
ha de comentar la presencia de dos braquistiquios
en el verso 16: flaco, sucio, … Estos dos adjetivos, al estar
separados por una pausa interna, quedan señalados tonalmente. Son dos notas
fundamentales de la prosopografía del loco. Otro braquistiquio está situado en
el verso 31, la cordura, otra palabra
muy significativa en el desarrollo del tema.
Desde
un punto de vista prosodemático, comentamos que la entonación predominante es
la enunciativa, ya que se describe al loco y lo que éste hace. En consecuencia,
el poeta no interpela a nada ni a nadie y, por lo tanto, no hay formas
apelativas, -apóstrofes. En esta recreación poética de la huida del loco de la
ciudad tan solo el poeta muestra sorpresa o extrañeza cuando en el verso 28
afirma: ¡carne triste y espíritu villano!,
expresión para referirse a los habitantes de la ciudad.
Desde
un punto de vista morfosintáctico, señalamos los siguientes rasgos. Los verbos
están todos en presente de indicativo, en tercera persona. El valor de este
presente es el actual. El poeta presenta la acción y al personaje en el momento
de la expresión poética: es la descripción de una persona que, mermada de sus
facultades intelectuales, avanza desorientado por el campo: es (verso 1), va (verso 8), se ven
(verso 9), vocifera (verso 13), … Sin
embargo, cuando el poeta analiza la causa de su locura, el tiempo que se usa es
un pretérito perfecto simple, que aleja el origen del momento presente: fue (verso 29).
La
presencia de adjetivos es innumerable. Fundamentalmente es una descripción de
distintas realidades, entre las cuales la más significativa es la descripción
del caminante loco. La aproximación a estas realidades es completamente emotiva
y, por consiguiente, subjetiva. Por eso predominan los adjetivos calificativos
explicativos, que se van acumulando para referirse al mismo sustantivo. Veamos
cómo se describe las cuatro realidades que conforman el núcleo temático del
texto. Los adjetivos referidos al loco son: es
horrible y grotesca su figura (verso 15), flaco, maltrecho y mal rapado
(verso 16), rostro demacrado.
Los adjetivos referidos al paisaje así mismo son muchos: tierra estéril y raída (verso 3), esquelética y sequiza
(verso 24), árida llanura (verso 5), álamos
marchitos (verso 7), sombríos estepares (verso 9), viejos
encinares (verso 11), agrios serrijones (verso 12). Por último,
éstos son los adjetivos relacionados con el mundo urbano: pobres maldades (verso 19), misérrimas virtudes (verso 20), chulos aburridos (verso 21), ociosos mercaderes (verso 22), tedio urbano (verso 27), carne
triste (verso 28) y espíritu villano
(verso 23). Algunos de estos adjetivos los podemos considerar epítetos
-subrayados doblemente-, ya que resaltan cualidades inherentes ya en la propia
naturaleza del sustantivo.
Una característica morfológica
resaltable es la presencia de innumerables estructuras bimembres que confieren
al poema un ritmo muy marcado, como podemos observar en los primeros versos:
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Otro
ejemplo lo encontramos en el verso 28: carne
triste y espíritu villano.
La repetición simplemente de palabras
clave es otro de los recursos estilísticos machadianos. Un ejemplo lo podemos
apreciar en los versos 19 y 27 en los que se repite la misma frase: Huye de la ciudad…
Digno de ser mencionado es el hipérbaton
exagerado de los versos 29 y 30: No fue
por una trágica amargura //esta alma errante desgajada y rota. El orden lógico es: “Esta alma errante no fue desgajada y
rota por una trágica amargura”. El desorden sintáctico exagerado acrecienta el
desorden mental y caótico del loco al que describe caminando solo y hablando
incoherentemente.
En los versos del 19 al 22, en la
descripción de la ciudad, aparece una enumeración en la que hay polisíndeton,
con el cual se marca especialmente cada uno de los elementos enumerados:
Huye de la ciudad... Pobres
maldades,
misérrimas virtudes y
quehaceres
de chulos aburridos, y
ruindades
de ociosos mercaderes.
En la
misma cita anterior, comentamos un ejemplo de paralelismo, con el que se
consigue ritmo. Otro lo podemos hallar en el verso 25: —rojo de herrumbre y pardo de ceniza— .
Desde un punto de vista
léxico-semántico, remarcamos una nota característica de los autores de la
Generación del 98, la recuperación de palabras terruñeras, como son las que usa
Machado en los versos 10, cambrones,
en el 29, serrijones. Las dos
palabras se refieren a accidentes orográficos propios de Castilla.
Comentamos
algunas de las figuras literarias más representativas de este plano del lenguaje.
Lo primero es señalar una metonimia en el verso 17, ojos de calentura; se refiere a una nota de la prosopografía del
loco en la que describe la mirada del loco: la fiebre alta, como signo de
delirio. En el verso 28, carne triste,
lo podemos considerar también una metonimia con la que se identifica a las
personas que viven en la ciudad con el material del que están hechas.
Podríamos, además, señalar que existe una personificación al aplicar una
cualidad humana a un material, la carne. Con esta denominación se degrada a los
humanos a meras cosas resaltando su materialismo.
Anteriormente hemos mencionado que
hay una prosopografía referida al loco, que concretamos se encuentra en los
versos del 14 al 18: Es
horrible y grotesta su figura; //
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, // ojos de calentura //
iluminan su rostro demacrado.
Una
pequeña gradación encontramos en los versos 19 y 20: Pobres maldades,
// misérrimas virtudes y quehaceres. Tendríamos el grado positivo y
el superlativo. Al mismo tiempo podemos considerar a los dos sustantivos una
antítesis: maldades / virtudes.
Por
último, nos referimos a la metáfora del verso 26, sueño de lirio, -el lirio es una de las flores más bonitas, que
simboliza la inocencia. Es una expresión metafórica a la que podemos relacionar
un término real positivo; sería como una esperanza de una recompensa que
mitigara el dolor y soledad del loco soportados en una vida que se aproxima al
fin, pues ese sueño aparece en un atardecer.
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