DOÑA IRENE.– Es un señor muy mirado, muy
puntual. ¡Tan buen cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado! ¡Y con qué garbo
y generosidad se porta! [...] ¡Y qué casa tiene! Es mucho aquello. ¡Qué ropa
blanca! ¡Qué batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios crió...!
Pero tú no parece que atiendes a lo que estoy diciendo.
DOÑA FRANCISCA.–
Sí, señora, bien lo oigo; pero no la quería interrumpir a usted.
DOÑA IRENE.– Allí
estarás, hija mía, como el pez en el agua. Pajaritas del aire que apetecieras
las tendrías, porque, como él te quiere tanto, y es un caballero tan de bien y
tan temeroso de Dios... Pero, mira, Francisquita, que me cansa de veras el que
siempre que te hablo de esto hayas dado en la flor de no responderme palabra...
¡Pues no es cosa particular, señor!
DOÑA FRANCISCA.–
Mamá, no se enfade usted.
DOÑA IRENE.– No
es buen empeño de... Y ¿te parece a ti que no sé yo muy bien de dónde viene
eso? ¿No ves que conozco las locuras que se te han metido en esa cabeza de
chorlito? ¡Perdóneme Dios!
DOÑA FRANCISCA.–
Pero... Pues ¿qué sabe usted?
DOÑA IRENE.– Me
quieres engañar, ¿eh? ¡Ay, hija mía! He vivido mucho, y tengo yo mucha
trastienda y mucha penetración para que tú me engañes.
DOÑA FRANCISCA.–
(Aparte, creyendo que su madre conoce sus
relaciones con don Carlos.) ¡Perdida soy!
DOÑA IRENE.– Sin contar con su
madre... Como si tal madre no tuviera... Yo te aseguro que, aunque no hubiera
sido con esta ocasión, de todos modos era ya necesario sacarte del convento
[...]. ¡Mire usted qué juicio de niña este! Que porque ha vivido un poco de
tiempo entre monjas, ya se le puso en la cabeza el ser monja también... Ni qué
entiende ella de eso, ni qué... En todos los estados se sirve a Dios,
Frasquita; pero el complacer a una madre, asistirla, acompañarla y ser el
consuelo de sus trabajos, esa es la primera obligación de una hija obediente...
Y sépalo, si no lo sabe.
DOÑA FRANCISCA.–
Es verdad, mamá... Pero yo nunca he pensado abandonarla a usted.
DOÑA IRENE.– Sí,
que no sé yo...
DOÑA FRANCISCA.–
No, señora. Créame usted. La Paquita nunca se apartará de su madre ni le dará
disgustos [...].
DOÑA
IRENE.– Pues., hija, ya sabes lo que te he dicho. Ya ves lo que pierdes, y la
pesadumbre que me darás si no te portas en un todo como corresponde... Cuidado
con ello.
DOÑA FRANCISCA.–
(Aparte.) ¡Pobre de mí!
1.
ESTRUCTURA
EXTERNA.
Fragmento en prosa de la obra de teatro titulada El
sí de las niñas. El fragmento pertenece al segundo acto de la obra. En
cuanto al tipo de discurso que encontramos en el texto podemos decir que se
trata de un diálogo
teatral. Como tal, cada una de las intervenciones de los personajes está
precedida de su nombre. Además, encontramos acotaciones descriptivas, como es el aparte de la
línea 34: (Aparte, creyendo que su madre conoce sus relaciones con don
Carlos.) Dentro del diálogo encontramos partes descriptivas, sobre todo en la primera
parte, cuando doña Irene detalla las virtudes de don Diego.
2.
ESTURCTURA
INTERNA.
Podemos dividir el texto en dos partes según los
temas de la conversación:
La primera parte va de la línea 1 hasta la 12. Esta
parte es fundamentalmente descriptiva. Doña Irene pondera las bondades de don
Diego y resalta a su hija lo bien que le irá el matrimonio con él.
La segunda, de la línea a la 13 hasta el final. En
esta parte doña Irene expresa el temor de que la apatía que siente su hija por
don Diego y por contraer matrimonio sea debido al deseo de profesar como monja.
La hija siente alivio al comprobar que su madre interpreta su actitud de esa
manera y no sospeche nada de su relación con don Carlos.
3.
TEMAS.
Podemos destacar dos:
Alivio de Francisca al comprobar que su madre
interpreta su apatía hacia de don Diego como deseo de ser ella monja.
Razones esgrimidas por doña Irene para convencer a
su hija de que le conviene el matrimonio con don Diego.
4.
RESUMEN.
Doña Irene, la madre, está comentando a su hija
Francisca los dones y bienes que poseerá si se casa con don Diego, pero la hija
no le muestra atención. La madre se da cuenta de esta circunstancia y deduce
que su negativa a aceptar la mano de don Diego se debe a que quiere ser monja.
La hija, aliviada de que la madre no sepa la verdad, que no es otra que se ha
enamorado del sobrino de su prometido, confirma a su madre que no la abandonará
en la soledad de la vejez.
5. Análisis
DE LA FORMA.
5.1 plano fonético, fonológico y prosodemático.
La entonación es variada, como es normal en
un texto dialogado. La primera parte, de la línea 1 a la 5, es exclamativa. La
etopeya de don Diego se realiza ponderando admirativamente las cualidades que
se dicen de él: ¡Tan
buen cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado! ¡Y con qué garbo y generosidad
se porta! [...] ¡Y qué casa tiene! Es mucho aquello. ¡Qué ropa blanca! ¡Qué
batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios crió...! Esta
misma clase de entonación la encontramos en otras partes del fragmento;
resaltamos, por ser además un enunciado no oracional, la interjección impropia
de la línea 31: ¡Podre de mí!
Importante
también es la entonación exhortativa con la que la madre se dirige a
Frasquita; por ejemplo, en la línea 12. ¡Mire
usted qué juicio de niña este!
Entre las
líneas 13 y 15 hallamos dos enunciados con entonación interrogativa. Se trata de
dos oraciones que podemos considerar interrogativas retóricas, pues se
aproximan más a la expresión de una contrariedad que a la búsqueda de una
respuesta por parte de la hija.
Todas estas
entonaciones son propias de una situación de comunicación coloquial en la que
participan una madre y su hija.
5.2 PLANO MORFOSINTÁCTICO.
La presencia
de adjetivos se concentra en la primera parte, en la cual doña Irene describe
para su hija a don Diego, exaltando sus cualidades; muchas de ellas se expresan
en grado superlativo, con adverbios modificando al adjetivo. Lo podemos
observar en las primeras líneas: DOÑA
IRENE.– Es un señor muy mirado, muy puntual. ¡Tan buen
cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado!... ¡Qué ropa blanca!
…y tan temeroso de Dios...
En cuanto al
comentario del uso del verbo, la primera característica que comentamos es la
elipsis de ellos en la primera parte, la descriptiva: se suprime el verbo
copulativo es: DOÑA IRENE.– Es un señor muy mirado,
muy puntual. ¡Tan buen cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado! ¡Y con
qué garbo y generosidad se porta! [...] ¡Y qué casa tiene! Es mucho aquello. ¡Qué
ropa blanca! ¡Qué batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios
crió...! Pero tú no parece que atiendes a lo que estoy diciendo. En
todos los enunciados subrayados se sobreentiende el verbo es.
Los dos
tiempos fundamentales del diálogo son el presente de indicativo, el tiempo
normal de la comunicación directa, como, por ejemplo, oigo (línea 6), quiere
(línea 8), parece (línea 13), ves (línea 14) …; los otros tiempos son
formas exhortativas, como el presente de imperativo y el presente de
subjuntivo, con los cuales la madre intenta cambiar la actitud y la conducta de
su hija: mira (línea 9), no se enfade (línea 12), sépalo (línea 28), créame (línea 32)…
Para acabar el
comentario de las formas verbales, señalamos la presencia de un pretérito
imperfecto de indicativo con un valor de cortesía: no la quería interrumpir a usted, (línea 6), en vez de utilizar el más directo no quiero
interrumpir…, con el cual Paquita muestra respeto y cierto temor a
su madre.
Desde el punto
de vista sintáctico, observamos que los enunciados, en general, no son muy
largos; hay bastantes oraciones simples, como corresponde a una situación
comunicativa de tipo coloquial o familiar. Los enunciados más largos
corresponden a las intervenciones de la madre. En estos diálogos, además de
oraciones simples, encontramos coordinadas copulativas y adversativas: Sí, señora, bien lo oigo; pero no la
quería interrumpir a usted, en la línea 6; en las líneas 17 y 18: He vivido mucho, y tengo yo mucha
trastienda y mucha penetración para que tú me engañes. Otra característica
del discurso de la madre es el empleo de alguna subordinada lógica para
convencer a su hija de que lo que le propone es bueno para ella: una causal en
la línea 8: Pajaritas del aire que
apetecieras las tendrías, porque, como él te quiere tanto, y es un
caballero…
Las figuras
literarias basadas en este aspecto del lenguaje son las siguientes. Asíndeton, en la línea 1, Es un señor muy mirado, muy puntual,
pues se suprime el nexo entre el penúltimo y el último término de una enumeración,
que queda sin completar, con lo cual, al quedar abierta, se deja la sensación
de que las notas podían continuar dentro de la línea semántica de los elementos
que aparecen.
Hipérbaton, en las líneas 7 y 8, Pajaritas del aire que apetecieras las tendrías; el orden normal
sería: “Tú tendrías pajaritas…” Con la
anteposición del C.D., el centro de interés de la oración se dirige a él, por
aparecer en primer lugar.
También, en
esa anterior cita, hay metáfora. Para
significar que su marido la complacería con cualquier cosa, aunque fuera
imposible de lograr.
5.3 PLANO LÉXICO-SEMÁNTICO.
Desde un punto de vista léxico-semántico,
resaltamos la presencia de expresiones coloquiales propias de una situación
comunicativa familiar, como, en la línea 11: ¡Pues no es cosa particular,
señor!; también, en la 7, …como pez en el agua.
El vocabulario es sencillo y común; se
agrupa fundamentalmente en dos campos semánticos. El campo semántico que
engloba palabras relacionadas con “conducta”,
con palabras como puntual, mirado (línea 1), cristiano (línea
1), atento (línea 2), hablado (línea 2), garbo, generosidad
(línea 2), caballero (línea 8), temeroso de Dios (línea 9), … El
otro campo semántico es de menor extensión; comprendería palabras relacionadas
con “hacienda”: casa (línea 3),
ropa blanca (línea 3), batería de cocina (línea 3), despensa
(línea 4).
Las figuras literarias basadas en el
aspecto léxico-semántico que aparecen en el fragmento son las siguientes. Una etopeya en las
líneas 1 y 2: DOÑA IRENE.– Es un señor muy mirado, muy puntual. ¡Tan buen
cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado! ¡Y con qué garbo y generosidad se
porta! Doña Irene describe a don Diego resaltando las virtudes que contribuyen
a que sea un gran caballero. Con ella, daña Irene describe a don Diego resaltando las virtudes que
contribuyen a que sea un gran caballero. También hay varias metáforas, como la de
la línea 10: …hayas dado en la flor de no
responderme palabra... Nos encontramos una metáfora pura que se refiere al
término real “te hayas acostumbrado a …”; otra, en la línea 15: ¿No
ves que conozco las locuras que se te han metido en esa cabeza de chorlito?,
es otra metáfora pura, también en boca de la madre, con la que se refiere a la
inocencia de la muchacha; y otra en la línea 18: …tengo yo mucha trastienda y mucha penetración, cuyo significado
real es que la madre alberga mucha experiencia de la vida y conoce los
pensamientos y actitudes de la gente. Encontramos un símil en la línea 6, …como pez en el agua, expresión
coloquial con la que la madre pondera la felicidad futura en casa de su marido.
Por último, hay una hipérbole en la línea 4, ¡...llena de cuanto Dios crió...! Es una exageración de la madre a la
hija para hacerle ver que no le faltará de comer si se casa.
6. Características de la literatura del siglo XVIII
presentes en el fragmento.
Se trata de una obra de teatro en prosa, característica
fundamental que diferencia el teatro neoclásico del teatro barroco anterior,
que se escribía en verso.
En cuanto al estilo se puede observar que no hay un
uso excesivamente literario. Se busca que el lenguaje trasmita la idea y sea
fiel reflejo del pensamiento y la intención del autor; no alardear
estéticamente de él.
El personaje de la madre, de importancia en la
obra, había carecido de ella en la comedia del siglo XVII; en cambio, aquí, es
uno de los protagonistas porque cumple una función fundamental: la formación e
instrucción sumisa de la condición femenina de su hija.
El objetivo de los escritores ilustrados es la
reforma de los aspectos negativos de la sociedad, entre ellos, la redención de
la postración en la que se encontraba la mujer. Se persiguen las hipocresías y
se pone como paradigma la autenticidad, la sinceridad. Esa esclavitud de la
condición humana no solo se ve en los personajes mayores, sino en la propia
hija, que acepta resignada los designios de la madre. En definitiva, la
intención de Moratín con este texto y con toda la obra es conseguir la igualdad
de la mujer y criticar las prácticas habituales en la época de matrimonios de
conveniencia.
Un poco de publicidad personal...
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