que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el
pelo cano,
ojos velados por
melancolía;
bajo el bigote gris,
labios de hastío,
y una triste expresión,
que no es tristeza,
sino algo más y menos:
el vacío
del mundo en la oquedad
de su cabeza.
Aún luce de corinto
terciopelo
chaqueta y pantalón
abotinado,
y un cordobés color de
caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres
ha perdido
al monte su caudal; dos ha
enviudado.
Sólo se anima ante el
azar prohibido,
sobre el verde tapete
reclinado,
o al evocar la tarde de
un torero,
la suerte de un tahúr,
o si alguien cuenta
la hazaña de un
gallardo bandolero,
o la proeza de un
matón, sangrienta.
Bosteza de política
banales
dicterios al gobierno
reaccionario,
y augura que vendrán
los liberales,
cual torna la cigüeña
al campanario.
Un poco labrador, del
cielo aguarda
y al cielo teme; alguna
vez suspira,
pensando en su olivar,
y al cielo mira
con ojo inquieto, si la
lluvia tarda.
Lo demás, taciturno,
hipocondriaco,
prisionero en la
Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo
del tabaco
simula algunas sombras
en su frente.
Este hombre no es de
ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la
cepa hispana
no es el fruto maduro
ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que
pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la
cabeza cana.
ESTRUCTURA INTERNA:
Primera parte, de los versos 1
al 14. Se trata del retrato de un señorito andaluz viudo en tres ocasiones: se
destaca su aspecto físico y su forma de vestir y su personalidad ensimismada y tediosa.
Se añade en la segunda parte otro rasgo: es hipocondriaco, en el verso 29.
La segunda parte abarcaría
desde el verso 15 al 33. Es un análisis de la vida que lleva el señorito: sus
aficiones -juegos de azar, la tauromaquia, los relatos truculentos-, sus
inclinaciones políticas -liberal- y su ocupación -labrador.
La última parte iría desde los
versos 33 al 38. Recoge el juicio del poeta sobre este tipo de hombres: no han
aportado en el pasado nada al país y tampoco se puede esperar nada de ellos en
el futuro.
Contextualización del poema en el movimiento al que
pertenece el autor y su obra.
Campos de Castilla es
un poemario de Antonio Machado, poeta sevillano nacido en 1875 y muerto en
Collioure (Francia) cuando salía camino del exilio después de la derrota de la
República en la Guerra Civil Española (1936-1939). El poeta realizó dos
ediciones de este título: una en 1912, poco antes de la muerte de su joven
esposa Leonor y otra, en 1917, cuando residía en Baeza (Jaén).
Antonio Machado es un escritor
que vive el cambio de época literaria en las postrimerías del siglo XIX y
comienzos del XX. Es uno de los modernistas que se oponen a la estética vulgar
y decadente de los realistas. Sus primeros pasos como poeta los da siguiendo la
estela iniciada por Rubén Darío, aunque su poesía expresa unos contenidos
personales de corte existencial, con temas como el paso inexorable del tiempo,
la muerte…, que tan solo aparecerán en el modernismo y en el poeta nicaragüense
en las etapas posteriores, sobre todo en Cantos
de vida y esperanza, en 1905. Precisamente su obra poética inicial, Soledades. Galerías. Otros poemas, ve la
luz en 1903, un poco antes de la publicación de esa obra del poeta
nicaragüense, aunque la edición definitiva la realiza Machado en 1907.
Las
preocupaciones personales pronto se ampliaron a la preocupación por el momento
difícil que pasa España por esos años. Cuando surge esta inquietud se produce
una aproximación al movimiento noventaiochista. Le generación del 98 está
formada por un grupo de escritores a cuya cabeza podemos situar a Miguel de
Unamuno; otros miembros destacados fueron Azorín. Ramiro de Maeztu, Pío Baroja,
Valle-Inclán y el mismo Rubén Darío. Con su labor creativa pretenden analizar
las causas por la cuales España ha llegado a la situación de postración en la
que se encuentra en ese momento. Y, también, proponer una serie de medidas
regeneracionistas que acercaran al país a Europa. En definitiva, intentan
ayudar a su modernización. Buscando la esencia de lo verdaderamente auténtico
del carácter del pueblo español, creen que la esencia de España está en
Castilla, en su paisaje y en sus gentes. En esto coincide Antonio Machado y la
obra que mejor refleja esta inquietud es el poemario de Campos de Castilla.
Dentro de esta obra,
el poema que se comenta lo podríamos incluir en el grupo de poemas en los que aparece
una actitud crítica denunciando el
atraso y la pobreza de Castilla, o denuncia los males de la España presente. En
esto coincide Machado con la Generación del 98 y los regeneracionistas. Esta
denuncia tiene dos vertientes: por una parte, muestra un espíritu satírico
contra lo que considera los defectos fundamentales de España (Del pasado
efímero CXXXI, Llanto de la virtudes y coplas por la muerte de don Guindo,
CXXXIII; por otra, elogia a los que brindan una vía de progreso hacia el
porvenir; se trata de la serie "elogios", dedicados a Giner, Ortega,
Unamuno...) Tampoco faltan los ejemplos de denuncia de abusos o actitudes
caducas. En composiciones andaluzas ahondará esa crítica social, como en El
mañana efímero. Aunque en algunos poemas se nos dé una visión pesimista del
mundo castellano, y por ende de España, en estos mismos poemas se percibe una
fuerte aspiración a volver a los valores intrínsecos de la tierra, del trabajo,
a la producción, además de una conciencia de la latente potencialidad de los
habitantes. En estas ocasiones se aproxima a los ideales de los
noventaiochistas.
El último hito en la evolución
poética de Machado es la publicación en 1924 de su poemario tituladoNuevas canciones. La
colección recoge apuntes de paisajes y poemas de circunstancias. Lo más resaltable
son “Los nuevos proverbios y cantares”, un centenar de poemas que encierran un
pensamiento, una paradoja… Las preocupaciones filosóficas han pasado a primer
término. Sin embargo, es el inicio de su decadencia poética: su poesía
posterior es escasa y no forma un libro. Solo merecen la pena unas canciones a
Guiomar, un amor tardío, y unas cuantas poesías de guerra.
2. Tema o temas del fragmento en relación con los temas de
la obra.
El
tema principal del poema es el retrato de un señorito andaluz. En este retrato,
como se ha visto al analizar la estructura interna, se resalta su aspecto
físico: se trata de un hombre de una edad ya avanzada: el pelo cano, el bigote
gris. Viste con un atuendo que denota su posición social: chaqueta y pantalón abotinado de terciopelo;
con sombrero cordobés. Su personalidad es quizá lo que llama más la atención
por su pasividad y mediocridad: vida tediosa, triste, ensimismada,
hipocondriaca… Sus aficiones son improductivas y caducas: juegos de azar,
relatos violentos… Aunque campesino, no cultiva directamente los campos -sus
olivares- sino que pasa las horas en el casino.
La
parte más personal del poema aparece en los últimos versos en los que el poeta
pronuncia su veredicto sobre el papel de este tipo de personas de su Andalucía
natal: no han aportado nada en el pasado a España y tampoco se puede confiar en
ellas en el futuro en el proyecto regenerador que defiende Machado y la
Generación del 98. En este sentido el tema del poema se puede ligar a otros en
los que poeta analiza la realidad de España de principios del siglo XX para
intentar saber cuáles han sido las causas que habían llevado al país al
desastre y qué se podía hacer a partir de ese momento para enmendar al país y
aproximarnos a Europa. Por lo tanto, en la formulación del tema, si metemos la
actitud y la intencionalidad del poeta, quedaría así: crítica del poeta a los
señoritos andaluces por el papel que cumplen en la sociedad española. Esa
actitud crítica no es solo por su concepción de la vida, sino por no aprovechar
los recursos con los que cuentan para que estos reviertan en el conjunto de la
sociedad. Su riqueza no es producto del trabajo, sino de la herencia recibida
al fallecer sus esposas, por lo cual se ha de entender que sus matrimonios son
producto más del interés pecuniario que del amor. Y en vez de aprovechar ese
caudal para producir o comerciar, lo gasta vanamente apostando en juegos de
azar.
3.Comentario del simbolismo en el poema con relación a la
obra.
El
principal símbolo que aparece en el poema es el tipo de hombre andaluz
descrito; es decir, el señorito andaluz. No aparece nombrado en ninguno de sus
versos, pero se refiere a ellos por la vestimenta, por su forma de vida y sus
gustos. El señorito andaluz simboliza una forma de entender la vida que el
poeta denuesta. Si Machado analiza su personalidad, es para criticar a un grupo
social que no ha aportado nada al país y no se puede esperar mucho de ellos en
el futuro, como se recoge en los versos finales:
Este hombre no es de
ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la
cepa hispana
no es el fruto maduro
ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que
pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la
cabeza cana.
Este análisis y veredicto hay que enmarcarlos
dentro de las preocupaciones noventaiochistas de Antonio Machado por analizar
las causas de la crisis por la que pasa España al comienzo del siglo XX.
Los
señoritos andaluces simbolizan el egoísmo e individualismo; en consecuencia, su
poco compromiso social, precisamente en una de las regiones de España más
pobres. Su forma de vida está centrada en sí mismos; incluso, aunque el
señorito del poema se ha casado tres veces, no tiene ni responsabilidades
familiares, en el caso de que hubiera tenido descendencia. Sus aficiones, por
otra parte, son las más comunes en esos momentos de comienzos de siglo,
aficiones que no pueden considerarse como modélicas: el juego, los toros y oír
relatos de personas cuyo modo de vida está basada en la violencia: los
bandoleros y los matones. Este programa de vida de los señoritos le resultaba
al poeta vacuo. La crítica hacia ellos es clara. porque son personas que por su
posición económica podían transformar la sociedad y la economía del país. En
cambio, su dinero lo dilapidan en los juegos de azar. No es de extrañar la acumulación
de términos relacionados con esta actividad: casino, tahúr, tres veces ha perdido al monte su caudal, azar prohibido…
4. Análisis del estilo del poema en relación con el estilo de la obra a la
que pertenece.
Aunque
se afirma que las notas estilísticas de Antonio Machado se caracterizan por su
sencillez y naturalidad, notas estilísticas compartidas por todos los autores
de la Generación 98, es preciso también señalar que no desprecia las
posibilidades expresivas de los recursos literarios, como se puede demostrar en
el siguiente análisis.
Desde
un punto de vista métrico, es un poema formado por 38 versos, la mayoría
endecasílabos, aunque hay dos, el 12 y el 36, que son heptasílabos; en estos
dos versos encontramos palabras clave que quedan enmarcadas por la ruptura del
ritmo de cantidad: es fruta vana, en
el verso 36, en el que se recoge el veredicto sobre el personaje descrito; en
el anterior, en el verso 12, pulido y
torneado, son adjetivos que se refieren al sombrero cordobés, pero al estar
la pareja de adjetivos separada por la pausa versal parecen extenderse a la
persona que lleva el sombrero. La rima es consonante, con una estructura
encadenada, que varía cada cuatro versos. Podemos considerar las estrofas serventesios,
teniendo en cuenta que hay dos versos que son heptasílabos.
Encontramos un encabalgamiento suave en el
verso 7 y 8, sino algo más y menos: el
vacío //del mundo en la oquedad de su cabeza. Al romper el sirrema,
quedan resaltadas las dos palabras, sobre todo la primera, “vacío”, palabra que
se puede aplicar no solo a los pensamientos originales, sino a todo él.
A
continuación, analizaremos algunos procedimientos estilísticos usados por el
poeta en este texto.
Desde
un punto de vista prosodemático, la entonación de todos los enunciados es
enunciativa: nos encontramos una descripción analítica de una persona, un
retrato.
Desde
un punto de vista morfosintáctico, comprobamos que la adjetivación es numerosa:
no es de extrañar, estamos ante una descripción. La mayoría de estos adjetivos
sirven para elaborar la prosopografía y la etopeya del señorito. Son más
abundantes los adjetivos calificativos especificativos: verso 1, del casino provinciano; verso 3, tiene mustia la tez; verso 5, el bigote gris; verso 38 cabeza cana;
verso 29, taciturno, hipocondriaco,… Algunos de los
adjetivos son epítetos al resaltar notas intrínsecas de las palabras a las
cuales se refieren: en el verso 16, sobre
el verde tapete; en el verso 19, hazaña
de un gallardo bandolero,
Los
verbos se utilizan en presente de indicativo, con valor de presente actual, aún
existen esos señoritos: verso 3, tiene
mustia la tez; en el verso 9, Aún luce
de corinto…; en el verso 25, del
cielo aguarda… Solo hay un cambio de tiempo cuando se refiere al
pasado, al utilizar los pretéritos perfectos: en el verso 13, Tres veces heredó; tres ha perdido…;
dos ha enviudado.
Hay elipsis del verbo tiene en los versos 5, 6, 7 y 8: bajo el bigote gris, labios de hastío, // y una triste expresión, que
no es tristeza, // sino algo más y menos: el vacío // del mundo en la oquedad
de su cabeza. La ausencia del verbo consigue una unificación mayor de los
elementos de los que se ha servido el poeta para efectuar la descripción del
señorito.
La sintaxis se caracteriza por el
predominio de las oraciones simples, algunas, incluso, con el verbo
sobrentendido –elipsis-. Los periodos sintácticos compuestos muchos están
yuxtapuestos –versos 13 y 14, Tres veces
heredó; tres ha perdido // al monte su caudal; dos ha enviudado.- o bien
coordinados, como en los versos 21, 22 y 23: Bosteza de política banales // dicterios al gobierno reaccionario, // y
augura que vendrán los liberales, // cual torna la cigüeña al campanario.
Los enunciados se van sumando en el análisis que el poeta realiza de la persona
a la que describe y esa sensación se logra con esta sintaxis sencilla.
Encontramos
hipérbaton en el
verso 34: de la cepa hispana // no
es el fruto maduro ni podrido. Se adelanta el complemento del núcleo
nomina del atributo. También en los versos 9 y 10, Aún luce de corinto terciopelo // chaqueta y pantalón abotinado,
con la misma estructura del anterior.
Localizamos una anáfora en el verso 13: Tres veces heredó; tres ha
perdido; con la repetición del numeral cardinal, remarca las ocasiones
desperdiciadas y acentúa la torpeza e inutilidad como persona responsable.
Hallamos
una enumeración en
el verso 29: -Lo demás, taciturno,
hipocondriaco, prisionero…-, en la que además hay asíndeton al no colocar una conjunción
entre el penúltimo y último término. Esta enumeración sirve para aproximarse a
la personalidad del señorito.
Encontramos varios paralelismos: en los
versos 17 y 18, o al evocar la tarde
de un torero, // la suerte de un tahúr; o en los verso 19 y 20, la hazaña de un gallardo bandolero,
// o la proeza de un matón. Con ellas el poeta consigue marcar el
ritmo.
Desde un punto de vista léxico-semántico,
lo principal que debemos comentar es que el poema es un retrato. Como tal, encontramos prosopografía, sobre
todo, al comienzo, en los doce primeros versos, aunque en esta descripción también
encontramos algunas palabras que connotativamente ayudan a construir la etopeya, o personalidad:
en el verso 4, ojos velados por la melancolía;
en el verso 5, labios de hastío;
en el verso 6, una triste
expresión. Otros rasgos de su
carácter los hallamos en el verso 29, Lo
demás, taciturno, hipocondriaco…
Encontramos
dos palabras de la misma familia
léxica en los versos 35 y 36, no
es el fruto maduro ni podrido,
// es una fruta vana, que en el poema funcionan casi como sinónimos.
Al mismo tiempo forman parte de una metáfora continuada, que comienza en el verso 24, de la cepa hispana; “la cepa” es el
término real correspondiente a “el país”, España; “el señorito” es el termino
real del metafórico “fruta”. Como se ha comentado antes, la conclusión final de
todo el análisis que efectúa Machado se concentra aquí: España no puede esperar
nada de estas personas.
En el análisis de las figuras literarias
de este plano del lenguaje destacamos las siguientes figuras. Hay un símil en el verso 24: y augura que vendrán los liberales, //cual
torna la cigüeña al campanario, haciendo referencia al turnismo en el
ejercicio del poder entre conservadores y liberales.
A
este símil podemos sumar bastantes metáforas, sobre todo en la parte final del poema.
En el verso 30: prisionero en la Arcadia
del presente, aparte de metáfora, lo podemos considerar una ironía, pues en ese
presente el tedio predomina en su vida. Por otra parte, hay contradicción en la
metáfora: no se puede estar prisionero en la Arcadia, la forma feliz en la que
los seres se sienten realizados. Su ociosidad no le produce felicidad, mientras
que la ociosidad de la Arcadia hace feliz a sus habitantes.
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