Ven a sentarte conmigo,
Lidia,a a la orilla del río.
Con sosiego miremos su
curso y aprendamos
que la vida pasa, y no
estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños
adultos, que la vida pasa
y no se queda, nada deja
y nunca regresa,
va hacia un mar muy
lejano, hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, que
no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no
gocemos, pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar silenciosamente
y sin grandes desasosiegos.
Sin amores, ni odios, ni
pasiones que levanten la voz,
ni envidias que hagan a
los ojos moverse demasiado,
ni cuidados, porque si
los tuviese el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
Amémonos tranquilamente, pensando
que podríamos,
si quisiéramos, cambiar
besos y abrazos y caricias,
mas que más vale estar
sentados el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas
tú y déjalas
en tu regazo, y que su
perfume suavice el momento-
este momento en que
sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Por lo menos, si yo fuera
sombra antes, te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te
queme o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos
las manos, ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo
llevases el óbolo al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti
me acuerde,
a mi memoria has de ser
suave recordándote así, -a la orilla del río,
pagana triste y con
flores en el regazo.
COMENTARIO
DE TEXTO DE “VEN A SENTARTE CONMIGO, LIDIA” de Odas (1914-1934) /
RICARDO REIS, heterónimo de Fernando Pessoa.
1. Situación del autor dentro de su contexto
histórico-literario. (3 puntos). (Si
el alumno sitúa al autor en su contexto histórico y relaciona éste con el
conjunto de su obra literaria: 1 punto. Si menciona las características más
relevantes del movimiento literario al que pertenece el autor y comenta los
rasgos, etapas y títulos más destacados de su obra: 2 puntos)
Fernando
Pessoa, nacido en 1888, vive los cambios políticos acaecidos en Portugal a
finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX; es decir, los últimos
estertores de la monarquía, el advenimiento de la república y la proclamación
del Estado Novo de Salazar.
[Repasando
brevemente los acontecimientos del país vecino hay que señalar el reinado de
Pedro V. Con él hay un cambio de dinastía: se pone fin a la de los Braganza y
llega la Casa Sajonia,
al haberse casado su madre María II con un descendiente de esa rama, Fernando
II. Se trata de una monarquía constitucional donde los individuos gozan de unos
derechos reconocidos - se logra casi el sufragio universal, aunque la población
es ajena a la participación política- y hay libertad de prensa. En general, es
una época de bonanza económica y se crean obras básicas en infraestructuras.]
El
fin de la monarquía coincide con los albores de la participación efectiva de
Fernando Pessoa en el mundo literario. En 1908 es asesinado el rey Carlos I. Su
sucesor, Manuel II culpó de esa muerte a Joâo Franco, primer ministro de su
padre. Es un momento de crisis institucional que los republicanos aprovechan
para lograr echar al rey y proclamar una República parlamentaria que dura desde
1910 hasta 1926. Pero la inestabilidad va a ser la característica también de
este periodo: los gobiernos y los presidentes están muy poco tiempo en el
poder, por lo que fue un régimen débil que además tuvo en frente a la Iglesia y a la población
rural; y también a los obreros, que no se sentían representados. Un primer
intento de cambiar la situación es el golpe de estado del general Sidonio Pais
en 1917, aunque al poco tiempo es asesinado y se vuelve a la constitución
proclamada con la República
en 1911.
La
República
aguanta hasta 1926, año en el que el general Carmona da un golpe de estado. Dos
años después es nombrado Ministro de Finanzas Antonio Oliveira Salazar y poco a
poco su influencia en el gobierno es mayor hasta lograr en 1932 hacerse con el
cargo de Presidente del Consejo de Ministros. Con él se va a crear lo que se
llama Estado Novo, o régimen salazarista. Es una forma de gobierno autoritaria,
conservadora, nacionalista, centrada sobre todo en el mundo rural. Esta opción
política se plasma en una nueva constitución en 1933, de carácter
presidencialista. Desaparecen los partidos políticos y se implanta la censura.
Pessoa muere en 1935.
En
una época de grandes avances científicos y tecnológicos con la aparición del
automóvil, el avión, el cinematógrafo… lo que se valora es lo nuevo, lo moderno
y estas innovaciones y valores serán fundamentales en la concepción del hecho
literario en Europa. La literatura se renueva y hay una clara voluntad de
ruptura con todo lo anterior y se adopta una actitud nueva, como es el
destierro del sentimentalismo, la exaltación de lo racional, pero también del
subconsciente, de la absoluta libertad creadora… Con estas ideas surgen
numerosos movimientos literarios que se suelen agrupar con el nombre de
Vanguardias. Todos estos movimientos, aunque partiendo de planteamientos
distintos, buscan renovar el arte o se plantean su función social desplegando
recursos que quiebran o distorsionan las formas de representación o expresión
artística. La principal característica es su libertad creadora; en poesía, por
ejemplo, se rompe con la métrica y tienen protagonismo elementos como la
tipografía.
Los
primeros en remover las tranquilas aguas del arte fueron Picasso y George
Braque 1905 con sus exposiciones cubistas; más tarde, en 1909 surgió el
Futurismo que, deslumbrado por los adelantos técnicos, apostaba por lo moderno
y rechazaba todo lo anterior. Sin embargo, el momento propicio del lanzamiento
de estos movimientos vanguardistas coincidirá con la Primera Guerra
Mundial, en la que Portugal participa y sufre las consecuencias.
Los
escritores y los artistas se dan cuenta del absurdo de este conflicto bélico y
reaccionan.
En 1916
surge el Dadaísmo que es el movimiento que con más vehemencia proclamaba la
destrucción de todo lo anterior y de toda norma estética. André Bretón y
algunos dadaístas con el tiempo creyeron que el movimiento debía evolucionar y
no solo destruir, por lo que proponen, ante las circunstancias tan duras que se
vive como consecuencia del conflicto bélico, cambiar el mundo. Surge así el
Surrealismo que pretende recuperar para el individuo todo aquello que la
sociedad, sus condicionamientos y represiones le habían hecho ocultar.
Desde el punto de vista literario, el
siglo XX portugués comienza con el Saudosismo o Saudismo con el grupo de la Renascença Portuguesa, que tiene su plataforma de
divulgación en la revista A Águia. El
poeta más representativo de esta poesía es Teixeira de Pascoâes. Por su
temática y sentimientos es una poesía introspectiva, de carácter nostálgico y
simbolista. Este movimiento es el que abre el camino de la renovación
literaria. Pessoa colabora con ellos, sobre todo publicando una serie de
ensayos en A Águia en los que pondera
la independencia de la literatura portuguesa y proclama la llegada de un poeta
al que llama SupraCamoens, papel que él se arroga.
Años después, superada esta etapa
saudista, Pessoa colabora con la revista vanguardista llamada Orpheu,
creada en 1915 y años después, en 1927, con la revista Presença. Esta es
la época de renovación o modernización de la literatura portuguesa. Pessoa y
los otros poetas del grupo se muestran angustiados por su propia identidad y por
la solidez metafísica del mundo, es el momento de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, Pessoa tan solo recoge estéticas vanguardistas en la obra de
alguno de sus heterónimos, especialmente en la de Álvaro de Campos.
De la obra del poeta podemos hablar de
la que publicó en vida y la que se ha ido recuperando y publicando del famoso
baúl donde depositaba sus manuscritos. A parte de algunos poemas publicados en
inglés, su única obra poética publicada en vida con su nombre, ortónimo, es la
de Mensagem, que es un conjunto de poemas simbolistas sobre los grandes
personajes históricos portugueses. Dos poemas que llaman la atención son el de El
quinto imperio –donde habla de los cuatro imperios anteriores y cómo
Portugal constituirá un quinto de las artes- y aquel dedicado al zapatero Bandarra,
el poeta que recogió la leyenda de El deseado –sebastanismo.
De los heterónimos, resaltamos la obra
del más admirado, la de Alberto Caeiro, poeta que desdeña todo lo cognitivo y
resalta la percepción sensorial de la vida con un lenguaje estético concreto y
directo. Los poemas de 1911 a 1912 se agrupan con el título de El guardador
de rebaños, y los de 1913 a 1915, Poemas inconjuntos.
El segundo heterónimo que destacamos es
Álvaro de Campos, que como escritor va pasando por distintas etapas, desde el
simbolismo al futurismo. Su poesía es vehemente, nihilista, -Tabacaria-,
tal vez sea el poema más representativo-, autodestructiva…
Y el tercero a destacar son las Odas
de Ricardo Reis, que, como ya indica el nombre de su obra, intenta reconstruir
una poética clásica donde se refleja la cultura grecolatina. En estas
reminiscencias hayamos perfección formal y, desde el punto de vista del
espíritu, los temas reflejan un aire bucólico y una filosofía epicúrea y
estoica.
2. Análisis del contenido y de la forma del texto:
tema o temas, estructura (2 puntos),
y análisis
de los recursos relacionándolos con el contenido del poema (3 puntos). (5 puntos
en total).
El tema fundamental de esta oda es la
exhortación que el poeta realiza a su amada Lidia a disfrutar de manera
moderada de su amor.
El poema expresa una concepción vital
muy influida por los poetas clásicos latinos, especialmente por Horacio. En el
poema hay una simbiosis de numerosos tópicos literarios. Vita flumen, la
vida como un río, que pasa, no para, huye; el carpe diem; colligo,
virgo, florem, aprovechar el momento presente; aurea mediocritas, el
goce moderado de los placeres y saber encontrar un lugar en el mundo que no te
acarree problemas; Beatus ille, la retirada a un medio natural alejado
de los conflictos propios de la convivencia social en la ciudad.... Son temas
muy relacionados con una concepción filosófica de la vida estoica y epicúrea.
Estos temas y esta filosofía son
característicos del heterónimo Ricardo Reis.
(Estructura
externa) Es un poema, una oda, perteneciente a la producción de Ricardo Reis,
heterónimo de Fernando Pessoa. Son versos libres sin una medida regular que se
agrupan en estrofas de cuatro versos, el último de los cuales, aunque no en
todas las estrofas, es un verso de pie quebrado, que mide más o menos la mitad
de los tres anteriores. En este verso final se recoge de manera casi
sentenciosa la idea principal de la estrofa. Los versos no riman.
(Estructura
interna) En cuanto al contenido el texto se puede dividir en tres partes:
La
primera serían los cuatro primeros versos: el poeta anima a la amada a que se
siente a la orilla de un río a observar, unidas las manos de los dos, el
transcurso del agua (la vida).
La
segunda, mucho más extensa, ocupa las cinco estrofas siguientes y es donde se
centran las ideas fundamentales: ante el inexorable paso del tiempo anima a
disfrutar moderadamente de ese amor; incluso, a no obsesionarse demasiado en
llegar a la plenitud amorosa pues probablemente con el paso del tiempo dejaría
un sabor amargo o decepcionante, lo cual produciría dolor. Por lo cual el poeta
anima a la amada a disfrutar de la naturaleza, del momento, de su amor sin
pensar en nada.
La
tercera parte estaría constituida por las dos últimas estrofas en las que el
poeta, como conclusión al programa vital que ha propuesto, espera que la
muerte, independientemente de quien se vaya antes de este mundo, no les haga
sufrir.
(Recursos
estilísticos)
Ricardo
Reis escribe odas,
composición clásica, en este caso podemos considerar que por el tema es una oda
filosófica y amorosa. Se anima a Lidia a que su amor sea contenido pues cree
que hay que disfrutar de los placeres de esta vida de manera moderada para que
no dejen secuelas.
Con
el vocativo (apóstrofe), Lidia, forma apelativa, se dirige a la amada a que
juntos se sienten y compartan su amor y su vida de la manera que desea el poeta.
Es
curioso el determinante que acompaña a río en el verso 1, a la orilla
del río. Es un artículo determinado, que se utiliza para acompañar a
sustantivos conocidos o que ya han aparecido en el discurso. Estamos hablando
de un río conocido: el río. Pero cuando el poeta anima a la amada, a nosotros,
a sentarnos a la orilla del río, está diciendo que contemplemos el río de
nuestra vida, la vida, que se pasa al igual que fluye el río: es nuestra vida
la que debemos contemplar, que es de
sobra conocida.
El
pequeño hipérbaton consistente en anteponer el complemento circunstancial del
verso 2: Con sosiego miremos su curso… permite al autor ponderar
sintácticamente en el discurso una cualidad característica de la personalidad
de Ricardo Reis: la moderación, el equilibrio…, pero también la actitud serena
con la que se reflexiona al abordar temas existenciales, como son los tratados
en el poema.
Un fin
parecido persigue el encabalgamiento suave entre el verso 2 y 3: Con
sosiego miremos su curso y aprendamos /
que la vida pasa, y no estamos cogidos de la mano. En el verso encabalgado encontramos una idea clave
en el poema que es el inexorable paso del tiempo, que la vida pasa. La conjunción que se resalta al
separarla del verbo aprendamos del que depende sintácticamente como
complemento directo que es. Además está resaltado tonalmente, al constituir un
grupo fónico separado por una pausa del resto del verso.
En todo el poema se
utilizan formas verbales exhortativas con el fin de conducir, llevar a su amada
al fin que el persigue, un amor contenido: miremos, aprendamos, ven a
sentarte...
En la siguiente estrofa
encontramos por una parte un paralelismo al repetir dos oraciones compuestas
coordinadas copulativas con las que se consigue ritmo: que la vida pasa y
no se queda, nada deja y nunca regresa; por otra parte,
encontramos una acumulación de verbos de
movimiento que acrecientan la sensación de que la vida no para: pasa, no se
queda, nada deja, nunca regresa.
Si el poeta utiliza el
tópico del río como la vida, en estos versos utiliza otro término de esta
metáfora continuada que es el mar, la muerte que está marcada por el
destino de que cada ser vivo.
En estos versos, como en
otros del poema, observamos una concepción pagana de la vida, que no viene
regida por un Dios católico que decide cuándo llega el fin, sino de un fátum como poder sobrenatural
inevitable e ineludible que guía la vida humana y que está incluso fuera del
alcance de los dioses: más lejos que los dioses.
En la tercera estrofa hay
un símil que identifica ya claramente la vida con el río: pasamos como el
río. Y propone el modo de vivir, que lo podríamos concretar en vivir sin
sobresaltos, del mismo modo que el transcurrir del agua en el río. Si el cauce
del río solo se altera cuando hay crecidas, -por tormentas, por deshielos
rápidos…- lo que desea el poeta es evitar en el
transcurso de su vida estas alteraciones que enumera en la estrofa
siguiente:
Sin amores, ni odios, ni pasiones que levanten la
voz,
ni envidias que hagan a los ojos moverse demasiado,
ni cuidados, porque si los tuviese el río también
correría,
y
siempre acabaría en el mar.
En estos versos hay
enumeración; cada uno de los términos, va precedido de la conjunción negativa ni,
por tanto polisíndeton. Con este
procedimiento se realza cada uno de los términos de esa enumeración, que son los
que alteran el transcurso de la vida. Aquí encontramos una reminiscencia del Beatus ille, el deseo de huir de los conflictos: pasiones, envidias,
preocupaciones… Algunos de estos términos son antítesis: amores/odios.
A continuación, en la estrofa siguiente que
comienza en el verso 17 propone una relación amorosa platónica dejando de lado
la pasión amorosa, que se expresa igualmente en una enumeración, ahora de
manera positiva, mediante un polisíndeton: cambiar besos y abrazos y caricias, v.18.
En el verso 19, con una
paranomasia: mas (pero, conjunción) que más (adverbio) vale estar sentados se realza la
opción que defiende con más vehemencia, la de estar sentados contemplando sin
comprometerse pasionalmente.
En las dos últimas
estrofas se hace referencia a la muerte: si yo fuera sombra antes, v. 25
y Y si antes que yo llevases el óbolo al barquero sombrío en el v. 29,
son dos construcciones metafóricas que se refieren a la muerte de los amantes.
Convertirse en sombra después de muerto supone que el alma vaga de un lado para
otro; la otra hace referencia a la leyenda mitológica del barquero Caronte,
el encargado de pasar de una orilla a otra el alma de los muertos. En cualquier
caso, supone, como se ha dicho antes, una concepción de la vida y de la muerte
distinta a la cristiana.
Del
mismo modo podemos considerar el verso 26: sin que mi
recuerdo te queme o te hiera o te mueva, una expresión metafórica –casi podemos considerar la expresión una
cosificación
pues atribuye la posibilidad de que el recuerdo llegue a producir unos efectos
sensoriales propios de fenómenos físicos como el fuego, un arma o un ser vivo
que empuje-, también enumeración, paralelismo y polisíndeton, que es la
conclusión a todo el planteamiento que se ha venido realizando en el poema: no sufrirá
ninguno por la ausencia del otro si llegan a separarse o alguno de ellos muere.
4. Valoración personal de
la obra.
La primera idea que se
viene a la mente del lector es asociar la concepción amorosa que se refleja en
el poema con la relación que el poeta mantuvo con Ofelia, un amor que no llegó
a su plenitud. Tal vez sea simplificar, pero es difícil separar biografía y
poesía. En todo caso, la relación que se refleja en el poema no deja de ser
platónica o bien una relación infantil. El no arriesgarse a llegar a esa
plenitud amorosa probablemente no deje de ser un planteamiento estético más que
un reflejo de una experiencia vital, pero tampoco se ha de negar. Pessoa,
entregado a su pasión creadora, quizá no desee una relación que le aparte de su
objetivo, la de escribir, y que le cree problemas que, más pronto o más tarde,
le haga dedicar tiempo a cultivar esa relación o le cause preocupaciones que le
aparten de la pasión de escribir. Es una opción vital que en Pessoa parece
clara desde muy joven, la de dedicar su vida a la literatura. Sin embargo, es
triste renunciar a una experiencia vital primaria en los seres humanos y fuente
de inspiración clave en la comunicación poética, tanto cuando se canta el goce,
como cuando se expresa la pena por la ruptura o la separación de la persona
querida. Es necesario tener las ideas muy claras para imponerse este celibato
poético.
El poema refleja la
personalidad literaria del heterónimo Ricardo Reis: admirador de la cultura y
literatura clásicas, especialmente la latina. Rasgos propios de esta cultura es
el paganismo reflejado en el poema: “…no creemos en nada, / paganos
inocentes de la decadencia”, en los versos 23 y 24; o en los dos últimos
versos: a mi memoria
has de ser suave recordándote así, -a la orilla del río,/ pagana triste y con
flores en el regazo. Esa concepción pagana
también se puede comprobar en los versos 7 y 8 cuando se refiere a la muerte: …hacia
el pie del Hado, / más lejos que los dioses. O al final cuando hace
referencia a la muerte de los dos en los versos 25: Por lo menos, si yo
fuera sombra antes; y 29: Y si antes que yo llevases el óbolo al
barquero sombrío. En estas citas vemos que no hay reflejo de la concepción
cristiana de la vida y sí referencias mitológicas y a la religión de la Antigüedad
Clásica.
Estas raíces antiguas
también se pueden observar en la presencia de elementos estoicos y epicúreos,
características también de este heterónimo. La contemplación de la vida y la
experiencia amorosa se realiza en contacto con la naturaleza, propia de los
filósofos estoicos. Y la búsqueda moderada y racional del placer es
característica de los epicúreos.
Un tema secundario, pero
presente en el texto, es el del tópico literario de Vita flumen muy
desarrollado en la obra Las coplas a la muerte de su padre de Jorge
Manrique. La vida es un río que acaba en el mar; la vida es breve. Sin
embargo, la actitud del poeta no es precisamente la de aprovecharla porque
pasa, sino la de dejarla pasar, mirar cómo pasa la vida. Es la actitud
decadente que se recoge en la cita “…no creemos en nada, / paganos inocentes
de la decadencia”, en los versos 23 y 24. No merece la pena vivir,
arriesgar, porque la vida inexorablemente pasa. En este sentido, también
podemos relacionar esta actitud con la de otro tópico literario, Beatus ille,
la actitud del que huye de la lucha y la confrontación; en este caso, la de
evitar una relación amorosa comprometida. ¿Para qué si causará pena con el
tiempo? En el poema habla de la muerte real que, en el caso de que esa relación
amorosa se hubiera llevado a cabo, indefectiblemente hubiera de acarrear dolor
por la desaparición de uno de los dos. Además, una concepción próxima a este
tópico lo podemos ver en los versos 13/15: Sin amores, ni odios, ni pasiones que levanten la voz, / ni envidias
que hagan a los ojos moverse demasiado,/ni cuidados,…
También
encontramos el tópico del Collige, virgo, rosas (Coge, virgen, las rosas...) se
reproduce en el verso 21: Cojamos flores, cógelas tú y déjalas / en tu regazo,
y que su perfume suavice el momento-. Es una invitación por parte del poeta a su amada a disfrutar de la
naturaleza y de su amor. Sin embargo, en el poema parece más una invitación al
goce sensual del momento en el que están, que a disfrutar pasionalmente de ese
amor.
La
transcendencia de la obra de este poeta portugués es enorme. Roman Jakobson no
vaciló en decir en la década de los setenta que el nombre de Pessoa "Exige
ser incluido en la lista de los grandes artistas mundiales nacidos en el curso
de los años 80 (del siglo XIX), junto a Stravinski, Picasso, Joyce, George
Braque, Khlebnikov, Le
Corbusier. Todos los rasgos de este gran equipo de artistas aparecen
condensados en el poeta portugués”.
Las figuras de Pessoa y Kafka son clave en la literatura del siglo XX;
ambos muestran algunas curiosas coincidencias. Eran funcionarios de día y
poetas de noche. El redescubrimiento actual de Pessoa semeja al de Franz Kafka
en los años cincuenta del siglo XX. Ambos dejaron una vasta obra inédita que se
conoció en forma póstuma. Kafka y Pessoa son verdaderos iconos de la cultura
universal. Desdoblarse siempre ha sido una forma de sortear la realidad
amenazadora, una extraña forma de búsqueda de la verdad, una protección contra
la muerte, el cautiverio o el poder que nos somete.
El funcionario poeta es el arquetipo de ese impulso al desdoblamiento,
esa especie particular de necesidad de búsqueda de sí mismo del hombre en
tiempos especialmente complejos.
Por eso Kafka y Pessoa aún ejercen en nosotros un
raro atractivo.
Otros autores que sienten devoción por
la obra pessoana son el novelista italiano Antonio
Tabuchi, profesor de literatura portuguesa y traductor al italiano de
Pessoa, que convirtió en alimento y motor de su universo la obra de Fernando
Pessoa. La alteridad de Rimbaud –“Yo soy otro”- fue el combustible de la
narrativa de este italiano de alma lusa. “Es algo que anticiparon Rimbaud y
Nerval, en lo que insisten Unamuno en la novela “Niebla”, Pirandello, Freud o
Antonio Machado de “Juan de Mairena”. Pero llega Pessoa y lo radicaliza. Es un
punto terminal, de modo que al escribir no puedes prescindir de este concepto
de pluralidad”, sostiene Tabuchi. Otro escritor que siente una gran
admiración por Pessoa es el premio Nobel
portugués José Saramago que escribió
su novela «O ano da morte de Ricardo Reis» (El año de la muerte de Ricardo
Reis).
La influencia de Pessoa sobrepasa también el mundo literario. En el
cómic La Residencia de los Dioses de Astérix y
Obélix hay un esclavo de origen lusitano que recita poesía como homenaje a
Pessoa.
Laura Pérez Vernetti, dibujante de cómics e
ilustradora, que ha adaptado al cómic relatos de Kafka y Maupassant, entre
otros, ha publicado la novela gráfica Pessoa & Cia. Vernetti
mezcla en esta obra poesía y cómic para analizar las personalidades de Pessoa.
Las poesías de Pessoa han sido numerosas veces
musicalizadas, sobre todo por artistas portugueses, como Amália Rodrigues.
Un poco de publicidad personal...
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