Comentario crítico de la columna "Habitación propia" de IMMA MONSÓ

Habitación propia / IMMA MONSÓ, Barcelona 08/03/2018

Les confesaré algo que jamás un hombre podría contar en este espacio sin ser calificado de machista recalcitrante o, cuando menos, de micromachista. Pasé mi infancia y primera juventud sin colaborar nunca en las tareas del hogar. Al igual que les ocurre a muchos hombres, no las veía como algo despreciable. Tampoco es que las viera como algo sin valor: literalmente, no las veía. Mi madre se levantaba a las cinco de la mañana a ordenar, guisar, lavar la ropa. Amortiguado por las puertas cerradas, el sonido del extractor de humos o del grifo del lavadero arrullaba mi dulce despertar. A veces me preguntaba qué sería ese ruido, pero nunca me levanté a ver. Prefería imaginar que un arroyo cristalino discurría por una verde pradera mientras yo, sobre la hierba mullida, escuchaba la fresca sonoridad del agua y el susurro de las hojas del extractor. Por otra parte, ¿cómo podría haber sospechado que en una casa con sólo dos personas hubiera tanto que cocinar y tanta ropa que lavar?
Alrededor de las siete me levantaba y, en los segundos que duraba mi bostezo frente a la ventana, ocurría un fenómeno casi paranormal: al volver la cabeza, la cama estaba hecha. Mi madre era rápida, eficaz y muy competitiva (“Cuando tú vas, yo vuelvo”). De modo que hasta los dieciocho años yo no había visto nunca una cama deshecha salvo en las películas. Tampoco la veía hacer la comida ni ninguna de esas tareas que ejecutaba en secreto a horas intempestivas, pues a las ocho se iba al trabajo y no volvía hasta la noche. ­Jamás pidió mi colaboración, y creo que nunca la quiso. “Tú a estudiar”, me dijo un par de veces que le ofrecí mi ayuda. Inconscientemente, me daba cuenta de que su no parar era su forma de vida saludable, su mecanismo para transformar la tristeza en energía. Así pues, nunca me sentí culpable de mi falta de colaboración: habría sido una torpeza por mi parte interferir en sus recursos para ser feliz.
A los dieciocho años me fui a vivir sola y me di cuenta de que incluso una pequeña habitación de estudiante puede llenarse rápidamente de libros y de ropa en desorden y convertirse en un monstruo que cobra vida propia y se abalanza sobre ti al menor descuido, no digamos si el descuido es mayor. Mi predisposición a las tareas del hogar no aumentó, pero por primera vez me vi obligada a actuar. Actuar o hundirme en la ­miseria. Decidí actuar: me esforcé por ­adaptarme al caos con el fin de poder seguir con mis ensoñaciones y mis lecturas sin ­ningún tipo de interrupción. Justo ese año, el año en que mi habitación me atacó, andaba leyendo con gusto a Proust (varón que ­escribió toda su larga obra porque jamás ­tuvo que enfrentarse a una tarea doméstica). Por obligación académica leía a Adam Smith, gracias al cual descubrí que a lo que hacía mi madre de madrugada se le llamaba “trabajo improductivo”, mientras que el trabajo remunerado era el “trabajo productivo”. Resultó que también Adam Smith ­tuvo una madre que hizo toda la vida un montón de trabajo improductivo para que él pudiera dedicarse al trabajo productivo y pasar a la historia como “el padre de la economía moderna”.
En fin, mi vida prosiguió, y como no era ni Proust ni Adam Smith, aprendí a cocinar, a coser y a planchar y a dedicar mis dosis de tiempo a cuidar enfermos, niños y ancianos. Pero ese año empecé a tener claro que la mayoría de las mujeres del mundo asumen una carga desproporcionada de trabajo no remunerado y que si yo podía permitirme otra cosa era precisamente porque alguien había realizado durante muchos años una gran cantidad de ese trabajo no remunerado. Y también, todo hay que decirlo, porque ese alguien me había inculcado el firme propósito de no tolerar nunca la menor injerencia machista.
Tuve claro que no todas las mujeres que se autoexplotan con las tareas del hogar lo hacen con gusto, por no hablar de las que son explotadas sin derecho a réplica. Y eso ocurrió el año en que tuve, por fin, una endemoniada habitación propia. Me quedó clarísimo para siempre que el trabajo improductivo de la madre del padre de la economía moderna tenía tanto valor, si no más, que el de su hijo Adam. Así lo sigo pensando. No hay nada como el método empírico para entender el funcionamiento de las cosas sencillas.
Por eso me pareció una idea genial la llamada a la huelga de hoy, dirigida a asistentas, cuidadoras y amas de casa. Por un momento, tuve una visión: al día siguiente, mañana, todos los periódicos se ocuparían de las decenas de tragedias ocurridas durante la huelga de hoy. Maridos con hipoglucemia por no haber comido a tiempo, mujeres golpeadas por no contentar al maltratador de turno, ancianos abandonados en su silla de ruedas, niños perdidos a la salida del cole, bebés defenestrados... ¡Dios mío, nadie desea eso! Pero si la convocatoria (por cierto, bastante confusa) hubiera sido más precisa, y si además todas esas mujeres la hubieran seguido, esto es exactamente lo que habría pasado: una revolución en toda regla. Trágica, cruenta, como tantas otras revoluciones. Pero eso sí: la consideración del trabajo doméstico nunca habría vuelto a ser la misma.


COMENTARIO CRÍTICO.
ESQUEMA.
-Experiencia personal de la autora con las tareas domésticas:
-INFANCIA Y ADOLESCENCIA:
-Nunca realizó ninguna.
-Su madre nunca le permitió que realizara tareas para que todo su tiempo lo dedicara a estudiar.
-ETAPA UNIVERSITARIA:
-Comenzó a vivir sola.
-La autora se convenció de que era imprescindible realizar tareas domésticas para sobrevivir.
-Fruto de la experiencia y de las lecturas comprendió que hay dos tipos de trabajos:
-Uno improductivo, como las tareas esenciales de supervivencia: el realizado por las madres, de ella, de Proust y de Adam Smith.
-Otro productivo recompensado con dinero, éxito… Para realizar éste, es necesario tener asegurado el trabajo improductivo.
-[Por todo ello], apoya la huelga general de mujeres, ya que:
-No siempre se reconoce el trabajo improductivo de las mujeres.
-Es necesario concienciar a la sociedad del papel de muchas mujeres abnegadas que atienden a sus seres queridos.

ESTRUCTURA EXTERNA. [De capital importancia en este texto].
Texto completo en prosa. Se trata de una columna en la cual los discursos que predominan son la narración y la argumentación.

ESTRUCTURA INTERNA.
Desde el punto de vista del contenido, el texto se puede dividir en las siguientes partes:
De la línea 1 a la 18: confesión de la autora de que nunca colaboró en la realización de tareas domésticas durante su infancia y adolescencia porque su madre nunca se lo permitió.
De la línea 19 a la 24: concienciación de la necesidad de realizar las tareas domésticas cuando se independizó durante su etapa de estudiante universitaria.
De la línea 25 a la 40: fruto de la lectura de Adam Smith, se percató de:
- que hay dos clases de trabajo:
            -el improductivo, como, por ejemplo, la realización de las tareas de la casa.
            -el productivo, que conlleva remuneración.
-que el trabajo productivo es posible porque previamente hay un trabajo improductivo, mayoritariamente desempeñado por mujeres.
De la línea 41 a la 48: Apoyo de la autora a la convocatoria de huelga general de mujeres.

TEMA.
Reivindicación de la huelga feminista para que los hombres sean conscientes de la aportación de las mujeres a la sociedad.

RESUMEN.
La columnista Imma Monsó cuenta que hasta que vivió en la casa materna nunca participó en las tareas de casa porque su madre no se lo permitió con el argumento de que todo su tiempo lo dedicara a estudiar. Cuando, ya estudiante, se independizó, se percató de que las tareas de una casa son muchas y necesarias. Por esa época, leyendo entre otros a Proust y, sobre todo, a Adam Smith, economista renombrado, se dio cuenta de que hay dos tipos de trabajo: el improductivo (no remunerado), el que hacía su madre y las madres de Proust y Adam Smith, y el productivo, por el que pagan un sueldo, pero para poder realizar éste, es necesario que alguien, normalmente mujeres, realice el otro. Por eso, ante la convocatoria de huelga general, la autora está a favor de las reivindicaciones feministas.


ACTITUD E INTENCIONALIDAD.
La actitud de la autora es completamente subjetiva. Habla de experiencias personales y, como mujer, defiende el papel de éstas en la sociedad.
Desde el punto de vista lingüístico, esta actitud subjetiva se manifiesta en el uso de la 1ª persona en la conjugación de los verbos: (1) confesaré, (2) pasé, (3) viera, … También, la aparición de pronombres tónicos de 1ª persona: (12) Yo no había visto; además, con la presencia de determinantes posesivos de primera persona: (2) mi infancia, (4) mi madre, … Con la presencia de adjetivos explicativos valorativos: (3) algo despreciable, (6) mi dulce despertar… El uso de adjetivos epítetos: (7) hierba mullida, (8) fresca sonoridad del agua
La intencionalidad es, a partir de la experiencia personal, reivindicar el papel que las mujeres, especialmente las que son madres, desempeñan en la familia y en la sociedad. Como columnista, anima a todas las mujeres a que se sumen a la huelga. En este sentido, la autora repasa actos cotidianos realizados por las mujeres sin los cuales las demás personas no podrían subsistir, trabajar, crear… Por ello, se puede precisar que la función del lenguaje fundamental del texto es la expresiva, al ponerse ella como paradigma de la situación que critica, y la apelativa, por la invitación realizada a que se participe en la huelga.

TIPO DE TEXTO.
[Ámbito de uso] Se trata de una columna periodística, que es un texto de opinión, publicada recientemente en las páginas de El País, con ocasión de la huelga general de mujeres del 8 de marzo. Los columnistas abordan temas de interés general y de actualidad, pero bajo el prisma subjetivo del autor. En sus textos no prima la información, sino el análisis y la valoración, por eso, en muchas ocasiones, se habla en primera persona. Por otra parte, los textos de opinión se aproximan al género ensayístico, aunque no logren el estilo literario propio de ellos.
Por el tema desarrollado, lo podemos considerar un texto humanístico, del ámbito de las ciencias sociales, como la Economía o la Sociología.
[Tipo de discurso] Por su extensión, el discurso protagonista es la narración, con muestras de descripción y fragmentos de intervenciones de diálogos: (12) “Cuando tú vas, yo vuelvo”, (15) “Tú a estudiar”. La autora cuenta en primera persona cuál ha sido su experiencia personal con las tareas domésticas: comienza con la infancia y acaba en la juventud. A propósito de su relato, extrae unas conclusiones, que podemos considerar argumentación.
Analicemos a continuación algunas características lingüísticas propias de estos discursos. De la narración podemos destacar el uso de la primera persona en la conjugación de los verbos, propias del narrador protagonista; en cuanto a los tiempos verbales, el pretérito perfecto simple es el más representativo porque mediante él el relato avanza presentando los hechos en el pasado y ya acabados: (2) pasé, (14) pidió, (15) quiso, (15) me dijo, (19) me fui…; también, se utilizan bastantes pretérito imperfectos para introducir acciones secundarias o paralelas a la acción principal: (3) no las veía, (4) mi madre se levantaba… El pretérito imperfecto es además el tiempo empleado en las descripciones insertas en el relato: (11) Mi madre era rápida
Propios de la argumentación son los enlaces fraseológicos que encontramos como conclusión: (41) Por eso…; la presencia de adjetivos valorativos: (46) convocatoria bastante confusa; y predicados atributivos con los cuales valora: (41) me pareció una idea genial


EXPLICACIÓN DEL SIGNIFICADO CONTEXTUAL DE TÉRMINOS O EXPRESIONES EXTRAÍDOS DEL TEXTO. [El alumno deberá proporcionar una definición de las palabras solicitadas según el contexto en el que aparecen y deberá explicar el significado de una determinada expresión procedente del texto analizado.
Como norma general el alumno procurará construir una definición basada en rasgos genéricos y específicos; en caso de optar por una definición a través de sinónimos, el alumno deberá proporcionar un mínimo de tres sinónimos.
En todo caso, se debe insistir en el carácter contextualizado de las definiciones y expresiones que se requieran y en la necesidad de cuidar al máximo la precisión de los conceptos y la manera de redactarlos.
En el enunciado de la pregunta se podrá solicitar indistintamente la definición de palabras o la explicación de expresiones. A cada una de ellas le corresponderá el valor de 0´25 puntos o, excepcionalmente, de 0´5 puntos.]

RECALCITRANTE[1](línea 1): Como adjetivo que se refiere a machista podemos señalar tres palabras sinónimas: pertinaz, obstinado y terco.

MICROMACHISTA (línea 2): En el texto se refiere a un hombre que, sin ser muy machista en su comportamiento general, sí que tiene actitudes o manifestaciones esporádicas características de los machistas. Probablemente estas actitudes son involuntarias e inconscientes.

“CUANDO TÚ VAS, YO VUELVO” (línea 12). Modismo[2] con el que la madre pondera la agilidad y resolución con la que efectúa las tareas domésticas en contraposición a la poca diligencia y torpeza resolutiva de su hija.

“CONVERTIRSE EN UN MONSTRUO QUE COBRA VIDA PROPIA” (Línea 20) Nos encontramos una metáfora. El término metafórico, [el desorden]convertirse en un monstruo, corresponde a que el desorden puede hacer que la vida, el estado de ánimo, la concentración, la felicidad, la tranquilidad… se vean afectadas hasta el punto de que imposibiliten la vida cotidiana de las personas.


[1]Adjetivo 1. [persona] Que se mantiene firme en su comportamiento, actitud, ideas o intenciones, a pesar de estar equivocado. 2. Que es insistente o se mantiene firme.
[2] Modismo, nombre masculino. Expresión característica de una lengua, formada por un conjunto de palabras con una estructura fija y con un significado que no se puede deducir del significado de las palabras que lo forman. La expresión ‘en un abrir y cerrar de ojos’ es un modismo del castellano.

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Sinopsis de Asesinato en el Reina Sofía

El asesinato de un diputado en un museo de Madrid lleva a un inspector inexperto a Salamanca, circunscripción por la que es electo el difunto. Durante la estancia en la ciudad se adentrará en el mundo académico, político y social en busca de indicios que expliquen los motivos que han llevado al verdugo a cometer tal atrocidad. El proceso indagatorio conducirá al detective a plantearse alguno de los principios por los que ha de regirse en su oficio, después de entrevistarse con testigos poco habituales que no parecen entristecerse con la muerte del político y que no aportan datos significativos del caso.

El ambiente de la localidad universitaria de principios de los noventa del siglo pasado, extraño para el protagonista, más la resolución del caso, le dejarán la sensación de fracaso de su valía profesional y, sobre todo, del papel que le corresponde como agente al servicio de la justicia. 

Sinopsis de Cantero Cantero es una novela emotiva, con un ritmo lento en el desarrollo. En el transcurso de la transformación de un pueblo como consecuencia del abandono de las ocupaciones tradicionales, el protagonista rememora ese pasado que desaparece a través de las vivencias personales de un presente que ve atónito desvanecerse. En ese mundo cambiante vive su propio drama convencido de que él no tiene las fuerzas suficientes para buscar otra forma distinta de ganarse la vida que no sea con el oficio que lleva ejerciendo desde que era un niño. La soledad de sus paseos por el campo, la cantera y el trayecto en moto de vuelta a su casa la víspera de la festividad local propician la creación de un mundo personal que se intensifica cuando conoce a Andrea, la única mujer que lo ha querido. 

























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