CARBURO.– ¿Y ha venido el Rogelio? (LUIS
no responde.) ¿Eh tú?
LUIS.– (Evasivo.) Aquí sí que ha estado.
(Silencio.) ¿Qué te pasa con él?
CARBURO.– Pasarme, nada. Es a él al que le
va a pasar. ¿Ha dicho algo de volver?
LUIS.– No, no ha dicho nada.
CARBURO.– A lo mejor vuelve, ¿no, tú?
LUIS.– No creo, porque anda por ahí la
Guardia Civil.
CARBURO.– Sigue en busca y captura, claro.
LUIS.– Creo que sí.
CARBURO.– ¡Pero si él estaba en El Espinar
cuando lo del guardia! ¡Qué cosas hay que ver!
LUIS.– ¡Ah!, yo no sé nada de eso. Ni
ganas; yo estoy en lo mío.
CARBURO.– Por mí que lo maten, imagina.
¡Si no lo matan ellos, voy a ser yo! Pero una cosa es una cosa y otra cosa es
otra cosa.
LUIS.– Yo ni entro ni salgo.
CARBURO.– Es que ya parece que decir
quinquillero es como decir hijo de puta; ¡y eso tampoco! En ese oficio, que tú
lo sabes, los hay tan honrados como el que más. Y tan trabajadores como el más
currante. Y además, ¿qué palabra es ésa de quinquilleros? Ni que fueran
gitanos.
LUIS.– ¿Ni que fueran?
CARBURO.– ¿Está mal lo que he dicho?
LUIS.– ¿Qué pasa, que tú no te consideras
del oficio? Como dices «ni que fueran...».
CARBURO.– ¡Pues no hace poco que yo dejé
la caja!
LUIS.– Eso ya lo sé, pero lo llevas en la
sangre, ¿o no?, y a ver toda tu familia lo que es.
CARBURO.– Y a mucha honra.
LUIS.– Pues por eso.
CARBURO.– ¡Anda éste!
LUIS.– ¿Qué pasa con éste?
CARBURO.– ¡Se cree que yo me voy a avergonzar
por haberme ganado la vida con la caja! Y con la quincalla. Y con el carro por
esos pueblos. Y a mucha honra, ya te digo. Y mi madre, sillera de toda la vida,
y vendedora.
LUIS.– Pues ya está.
CARBURO.– ¡Pero que ya está!
LUIS.– ¿Y yo qué digo?
CARBURO.– Que no lo dudes; es lo que digo
yo.
LUIS.– (Lo echa a broma.) Como te aplique
el código, verás.
CARBURO.– A mí ni código ni San Código.
(LUIS saca una enorme estaca de detrás del mostrador.)
LUIS.– (Sonríe.) ¿Decías algo?
CARBURO.– (Con buen humor.) Joder, qué
porra.
LUIS.– Es un mataquinquis.
CARBURO.– Tú siempre con tus cosas.
1.
Estructura externa. 2. Estructura interna. 3. Tema. 4. Resumen. 5. Características
literarias propias del teatro del Realismos social y de Alfonso Sastre
presentes en este poema. 6. Comentario de las principales figuras literarias
del texto. 7. Valoración personal sobre el/los tema/s del fragmento y de la
obra.
1.
Estructura externa.
El texto es un fragmento en
prosa de la obra teatral de Alfonso Sastre titulada La taberna fantástica. Como obra dramática, el discurso
predominante es el diálogo
teatral, con las correspondientes acotaciones, normalmente descriptivas.
2.
Estructura interna.
Según el contenido o asuntos
de los que hablan Luis, el tabernero, y Carburo, uno de los clientes, podemos
dividir el texto en las siguientes partes:
1ª De la línea 1 a las 8: Interés de
Carburo por saber si el Rogelio había aparecido por el local.
2ª De la línea 9 a la 13: Reconocimiento
por parte de Carburo de que la acusación sobre Rogelio de participar en la
muerte de un guardia civil es falsa.
3ª De la línea 14 a la 28: Defensa de
Carburo de los quinquilleros y exhibición de orgullo por pertenecer a esta
minoría, a pesar de que en esos momentos realiza un oficio que no es el
habitual.
4ª De la línea 29 a la 39: Trifulca entre
el tabernero y Carburo por poner en duda Luis la condición de merchero de
Carburo, que se acaba cuando el cantinero amenaza con un palo al cliente.
3.
Tema.
Exaltación por parte de Carburo de su
condición de quinquillero.
4.
Resumen.
El texto reproduce la conversación entre
Luis, el dueño de una taberna que se llama El Gato Negro, y un cliente llamado
Carburo. Éste pregunta por un compañero de etnia llamado Rogelio. El tabernero
no colabora demasiado por intuir que los dos tienen algún asunto pendiente que
van a resolver violentamente. Así lo manifiesta el cliente que, a pesar del
conflicto entre ellos, reconoce que Rogelio está huyendo de la justicia por un
delito que no cometió. En esta tesitura, ante la duda de Luis de que Carburo ya
no es un quinquillero, éste exalta la laboriosidad y nobleza de su pueblo. La
subida de tono de su conversación es resuelta con la amenaza de Luis de sacar
un garrote para apalear al quinqui.
5.
Características literarias propias del teatro del Realismos social y de Alfonso
Sastre presentes en este fragmento.
Durante los años del Realismo social, los
escritores no se van a centrar en sus problemas personales, sino en los de la
sociedad en general. En un primer momento, intentan presentar con objetividad
la vida colectiva española y sus conflictos, los ambientes concretos del
trabajo, de las profesiones… El texto que se comenta pertenece a esta primera
etapa: refleja la vida miserable de una barriada de chabolas del Madrid de los
años cincuenta donde vive la población más pobre e, incluso, marginal. Los
personajes que aparecen en la obra trabajan en una trapería, son escayolistas,
vendedores ambulantes o, simplemente, como si fueran pícaros, son indigentes
que falsamente explotan alguna deficiencia física, -por ejemplo, una supuesta
ceguera-, para conmover a las personas y despertar su caridad dejando algo de
limosna.
En la obra no se observa una protesta o
denuncia directas de la situación social, aunque el autor muestra simpatía por
los quinquilleros. Esa simpatía es quizá fruto de la lástima que siente por
unas personas cuyo destino va a ser trágico. Desde el comienzo de la obra, el
autor prepara al oyente para que éste soporte un final luctuoso. Si al
principio de la obra, el lector se inclina a pensar que los personajes son los
protagonistas de un sainete, poco a poco, sobre todo, a partir de la segunda
parte, se percata de que son personas que viven un drama en el que el horizonte
no es halagüeño. Y en la desgracia de ellos, el lector encuentra la empatía con
el personaje.
Por otra parte, los dramaturgos del
Realismo social creían que su labor podía ayudar a mejorar la sociedad. Esta
labor transformadora se puede observar en el momento VIII y último, en la
conversación de Badila y Caco, con una clara simbología. En la penuria de su
vida personal, piltrafas a consecuencia de la bebida, son conscientes de la
inutilidad de su existencia, cuando los dos reconocen que no saben leer el
mensaje escrito con tiza en una pizarra que acaban de encontrar: MAÑANA SERÁ
OTRO DÍA. La moraleja es clara: desde la acera, aún borrachos, observan las
luces de los bloques de pisos donde vive la gente que ha medrado; ellos, en
cambio, viven todavía en chabolas. El cambio de vida solo es posible con la
formación académica aprendiendo como primer paso a leer.
La descripción de ambientes se consigue
gracias a la reproducción fiel del habla jergal de los personajes: los quinquis
y de otras personas marginales.
Un poco de publicidad personal...
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