ARGUMENTO DE "CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA" DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.


CAPÍTULO I.
Después de 27 años de la muerte de Santiago Nasar, uno de sus amigos investiga y narra las circunstancias que rodearon esa muerte. Para ello entrevistará a distintos testigos y a las personas más cercanas a los protagonistas del suceso. El relato se organiza como si de una crónica periodística se tratara. Así, en este primer capítulo se narran los hechos fundamentales.
Santiago Nasar, de 21 años, era de origen árabe. Se trataba de un joven apuesto y uno de los más hacendados del pueblo. Fue asesinado al amanecer un lunes de febrero, en un pueblo del Caribe, la misma jornada en que sus habitantes esperaban la visita pastoral de su obispo.
El protagonista se levantó a las cinco y media con una fuerte resaca como consecuencia de la noche de juerga vivida con sus amigos a propósito de los fastos de una boda recién celebrada. Antes de salir de casa a las seis y cinco, por la puerta que daba a la plaza y que casi nunca utilizaba, habló con su madre, Plácida Linero, que se encontraba aún acostada. La madre no fue capaz de interpretar el sueño que su hijo le contó, que consistía en que un pájaro le defecaba encima. Antes de salir, en la cocina, intenta coquetear con Divina Flor, la hija adolescente de Victoria Guzmán, pero ésta, que había sido la amante del padre de Santiago, se interpone y le jura que no le permitirá que le ponga una mano encima. Las dos mujeres sabían que los hermanos Vicario lo estaban esperando para matarlo, pero no se lo dijeron porque la niña no se atrevió a contárselo y porque la madre no creyó los rumores que corrían a esas horas, o porque en el fondo deseaba que lo mataran. Al salir de casa, ni Santiago, ni Divina Flor, que le abrió la puerta, vieron un sobre con una carta, descubierta días más tardes del suceso, en el que alguien le avisaba de que lo estaban esperando para matarlo.
Cuando Santiago Nasar cruzaba la plaza, Clotilde Armenta, la dueña de la tienda, logra convencer a los hermanos Vicario de que no lo mataran mientras durase la visita del obispo, cuyo barco acababa de llegar a la altura del pueblo. Le hacen caso. Santiago se encamina al puerto. Pero el barco no se detendrá; el prelado tan solo les dará la bendición desde la embarcación. Decepcionado el gentío se retira.
En el muelle se hallan congregados multitud de personas que conocían las intenciones de los hermanos Vicario, pero nadie, ni tan siquiera el alcalde, ni el cura lo avisan. Santiago Nasar queda con Margot, la hermana del narrador, para desayunar en su casa, pero antes decide cambiarse de ropa, cosa que no quería Margot. Ésta, antes de llegar a casa, se entera de que van matar a Santiago. Al decírselo a LUISA SANTIAGA, su madre, sale corriendo a avisar a Plácida Linero, pero antes de llegar alguien le dice que no se moleste, que ya lo habían matado.

CAPÍTULO II.
Se cuenta cómo llegó al pueblo BAYARDO SAN ROMÁN, un forastero del que se contaron mil historias y que terminó siendo hijo de un famoso general que luchó en las guerras civiles. Se trata de un hombre de unos treinta años, apuesto y rico. Nada más llegar se enamora de ÁNGELA VICARIO al verla cruzar la plaza junto a su madre, vestidas las dos de luto. La familia de la chica es pobre. Su padre es ciego; su madre había sido maestra. Ángela no siente la más mínima atracción por Bayardo, pero esta causa no impide que se case con él, pues, como dice su madre, el amor también se aprende. El noviazgo fue muy breve para los usos de la época. Una vez apalabrada la boda, Bayardo busca una casa donde vivir. Se encapricharon de la mejor, que pertenecía al VIUDO XIUS, que se opuso a vender en un principio y que, al final, accedió a desprenderse de ella por diez mil pesos.
A la novia se le plantea el problema de la pérdida de su virginidad. Las amigas la convencen para que no anule el compromiso por esa causa y le dan consejos para confundir a su esposo la noche de bodas.
El compromiso matrimonial se celebra por todo lo alto participando de la fiesta todo el pueblo. La familia del novio vino en el buque de ceremonias del Congreso nacional. Los recién casados hubieron de habilitar algunas dependencias para acoger a los regalos que recibieron. Los Vicario tuvieron que alquilar algunas casas anejas a la propia para poder desarrollar el programa de festejos.
La juerga se prolongó hasta después de la marcha de los familiares del novio. En la memoria colectiva quedaron esas fiestas como una experiencia inolvidable. El grupo de amigos de Santiago se dirigió a media noche a la casa de citas regentada por MARÍA ALEJANDRINA CERVANTES. Los novios también se retiraron a su mansión. Pero el escándalo surge pronto: el novio devuelve a la novia, con las ropas hechas una piltrafa, a sus padres. La madre cuando se quedó sola con la hija, la pegó durante dos horas. Sus dos hermanos también se presentaron en casa y le preguntaron con quién había perdido la virginidad. Ángela Vicario tardó poco en decirlo: Santiago Nasar.

CAPÍTULO III.
Los protagonistas de este capítulo son sobre todo los hermanos Vicario, los asesinos de Santiago Nasar. Avisados de la desgracia familiar, se presentan en casa para saber quién había sido el causante de la deshonra. Después de averiguarlo, comienza el ritual del sacrificio. Buscan los cuchillos de matarifes en las pocilgas donde criaban cerdos. Sin cambiarse de ropa se dirigen a al mercado a afilar la herramienta. Los que le vieron se sorprendieron y pensaron que aún seguían inmersos en la celebración de la boda. Sin embargo, pronto confiesan su intención: matar a Santiago Nasar. Las declaraciones son contradictorias en cuanto al lugar al que le fueron a buscar. No obstante, parece ser que no pasaron por la casa de prostitución de María Alejandrina Cervantes.
Determinados a acabar con la vida de Santiago, no ocultan a nadie sus intenciones. El alcalde se enterará por un agente que había ido al mercado a comprar para el mandatario una libra de hígado. Clotilde Armenta, en cuya tienda esperan los hermanos a su víctima por estar muy cerca de su casa, manda recado a cuantas personas puede para que impidan la muerte. Esta mujer confiesa que tuvo la sensación de que los verdugos hicieron todo lo posible para que alguien les quitara la carga de la venganza.
A las cinco de la mañana el alcalde se pasó por la tienda de Clotilde para regañar a los jóvenes no por sus intenciones, sino porque el obispo les viera borrachos. Les quitó los cuchillos y no se preocupó de más. Sin embargo, los hermanos regresaron a casa a buscar otros cuchillos, éstos más viejos. Volvieron a afilarlos. La determinación no era tanta en ellos, pero no les quedaba más remedio que cumplir su misión. Antes de regresar a la tienda de Clotilde, entran tomar café en casa de PRUDENCIA COTES, la novia de Pablo Vicario. Esta los anima a que cumplan con su deber como hombres.
Mientras Santiago Nasar y el propio narrador estuvieron en casa de María Alejandrina hasta las tres, momento en el que se marcharon. Todos juntos se fueron a rondar por el pueblo hasta que llegaron a la casa de los recién casados para darles la serenata, pero no se percataron de que la novia ya había sido devuelta a sus padres. A las cuatro y media Santiago se retiró a dormir por lo menos una hora antes de la llegada del obispo.
Mientras por la plaza, camino del puerto, pasó el padre AMADOR sin detenerse a hablar con los hermanos Vicario, con lo cual Clotilde perdió toda esperanza de que alguien detuviera la desgracia en cierne.
CAPÍTULO IV.
Los asesinos se refugian en la iglesia para evitar ser linchados por la comunidad árabe. Posteriormente son recluidos en el calabozo donde lo pasarán muy mal. Uno no puede orinar y el otro le entra una descomposición tal que piensan que ha sido envenenado. Además, a pesar de llevar varias noches sin pegar ojo, no pueden conciliar el sueño durante meses.
La familia Vicario huyó del pueblo en secreto para no volver jamás. La madre de la novia dispuso que ésta se vistiera de rojo para demostrar que no guardaba luto al amante muerto. Y, después de tres años encarcelados, los hermanos fueron puestos en libertad.
Santiago Nasar, olvidado de todos, se recluyó en la quinta del viudo Xius y permaneció borracho durante varios días hasta que el alcalde se percató de su ausencia. Mandó llamar a su familia y se lo llevaron medio muerto en unas angarillas. La casa, con todas sus pertenencias, quedó allí a merced de quien subía por esos parajes.
Ángela Vicario ejerció el oficio de costurera el resto de su vida en un pueblo olvidado. Llevó una vida digna y no ponía reparos en contar su vida, excepto proporcionar detalles de la persona que fue su amante. Después de unos años, por casualidad, vio de nuevo a su marido en un hotel de Riohacha, donde se había mudado su familia, y se enamoró de él inesperadamente; Bayardo San Román no se percató de su presencia. A partir de esa fecha recibió por lo menos una carta por semana de ella. Después de diecisiete años se presentó en casa de Ángela con una maleta donde estaban todas las cartas sin abrir decidido a vivir con ella.
CAPÍTULO V.
Se narran los últimos instantes de Santiago Nasar a partir de los testimonios de varias personas cercanas a él. La mayoría de los que pudieron evitar el crimen y no lo hicieron se disculpan con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales solo tiene acceso los dueños del alma. El investigador narrador busca los legajos donde se recogía la instrucción sumarial. En sus hojas hay anotaciones del juez que investigó los hechos que reflejan la perplejidad del magistrado: “Nunca me pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada. Hasta en los últimos instantes los hermanos Vicario, desde la tienda de Clotilde, le enviaron avisos para que supiera sus intenciones, como, por ejemplo, con Indalecio Pardo, uno de sus mejores amigos. Pero éste vio a Santiago y a Cristo Bedoya caminando tan tranquilos que supuso que ya estaba enterado de la intención de los Vicario. Algo parecido le sucedió a Yamil Shaium, un árabe, que no se atrevió a comunicárselo por miedo a que no fuera verdad los rumores que corrían y se alarmase sin razón; tan solo se lo comunicó a su amigo Cristo Bedoya. Cuando éste trató de alcanzarlo, ya lo había perdido de vista. Se dirigió a su casa; incluso, subió a su dormitorio, mas no le halló allí. Al pasar por la plaza, los gemelos comunicaron sus intenciones a Cristo Bedoya. Éste se encontró con el alcalde, pero la autoridad tardó en tomar una resolución y no llegó a tiempo. El amigo se dirigió a casa del narrador esperando encontrarlo desayunando y en ese intervalo lo acuchillan.
Santiago, en vez de dirigirse a su casa, había entrado a ver a su novia FLORA SAN MIGUEL, con la que estaba comprometida desde pequeño por acuerdo de sus padres. Flora se había enterado de las acusaciones que recaían sobre su novio y lo esperaba con las cartas “sin amor” que Santiago le había escrito para devolvérselas. Éste no sabía a qué se debía la reacción de encerrarse de inmediato en su habitación. Solo le abrió la puerta a su padre, NAHIR MIGUEL, al que contó lo ocurrido y a su vez éste se lo cuenta a Santiago que reacciona como si no supiera nada. Y se va de la casa sin la escopeta que su suegro le entrega para defenderse.

En la calle, entre la multitud, otro árabe le grita para que se refugie en su comercio, pero Santiago no reacciona. Finalmente se decide a correr hacia la puerta de la cocina y en el último instante cambió de idea para dirigirse a la puerta principal que daba a la plaza. Inesperadamente la puerta se cerró por dentro por órdenes de su madre, que había imaginado que su hijo ya había entrado por la puerta de la cocina. Sin escapatoria alguna, Santiago es asesinado por los hermanos Vicario, aunque consigue llegar aún vivo dando la vuelta a la casa hasta la cocina llevando las tripas fuera.



Te presento esta novela ambientada en Salamanca que acabo de publicar, por si te animas a leerla.

El asesinato de un diputado en un museo de Madrid lleva a un inspector inexperto a Salamanca, circunscripción por la que es electo el difunto. Durante la estancia en la ciudad se adentrará en el mundo académico, político y social en busca de indicios que expliquen los motivos que han llevado al verdugo a cometer tal atrocidad. El proceso indagatorio conducirá al detective a plantearse alguno de los principios por los que ha de regirse en su oficio, después de entrevistarse con testigos poco habituales que no parecen entristecerse con la muerte del político y que no aportan datos significativos del caso.

El ambiente de la localidad universitaria de principios de los noventa del siglo pasado, extraño para el protagonista, más la resolución del caso, le dejarán la sensación de fracaso de su valía profesional y, sobre todo, del papel que le corresponde como agente al servicio de la justicia. 

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