MIRADAS QUE MATAN.

Andrea, una chica aparentemente normal, estudiaba en un instituto de Santander. En clase la marginaban porque era un poco rara y todos se metían con ella.
Un día por la tarde, en casa, su frustración la llevó a imaginar que quizás sería capaz de matar con su mirada. No lo pensó dos veces y lo probó con su perro, quien tampoco nunca la había querido demasiado. Con todas sus fuerzas clavó su mirada fijamente en los ojos del animal y… ¡funcionó! El perro estaba muerto.
Al día siguiente, cuando llegó a clase, otra vez la misma historia. Los compañeros la empezaron a insultar, pero esta vez no consiguieron molestarla porque tenía un arma secreta que los demás desconocían: sus nuevos poderes.
En el cambio de clase se quedó mirando fijamente a la compañera que más odiaba, que más se metía con ella y… ¡se cayó al suelo! Todos los alumnos que se encontraban allí se quedaron perplejos ante lo ocurrido, nadie comprendía lo que la había pasado. La chica fue trasladada al hospital en estado de coma. Afortunadamente no llegó a morir.
Un año después, la chavala a la que Andrea intentó matar despertó del coma y regresó de nuevo al mismo instituto. En la clase, nadie quería hablar de lo ocurrido. Andrea pasó todo este tiempo muy preocupada por su compañera lo que la llevó a suspender todas las asignaturas, por lo que sus padres la cambiaron de instituto. Tan pronto como olvidó a sus antiguos compañeros, perdió sus poderes.
Por cierto, sus padres le compraron otro perro y ningún veterinario supo decirles que le había pasado al que murió…
JG

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