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Comentario de texto de un fragmento del acto II de La conjuración de Venecia / Francisco Martínez de la Rosa

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RUGIERO.-  Cálmate, amor mío... ¿por qué te afliges hasta ese punto?... LAURA.-  Mi madre..., mi pobre madre... ¡qué diría la infeliz, si viviese! RUGIERO.-  Tendría lástima de nosotros y nos perdonaría... Tú por lo menos tienes el consuelo de haberla conocido, de haber pasado tu niñez a su sombra; tú recuerdas su rostro, su acento, sus caricias... a la hora de su muerte, te dejó en los brazos de un padre... ¡pero yo, yo, infeliz de mí, desde que abrí los ojos, no he tenido en el mundo a quien volverlos! LAURA.-  ¡Cómo queman tus lágrimas, Rugiero! Deja, déjame; yo las enjugaré con mi mano... RUGIERO.-  Solo, huérfano, sin amparo ni abrigo... sin saber a quiénes debo el ser, ni siquiera la tierra en que nací... ¿Por qué me amas, Laura, por qué me amas?... ¡Basta que seas mía, para que seas desgraciada! LAURA.-  Más quiero contigo todas las desdichas juntas que lejos de ti todos los bienes de la tierra... Mira, Rugiero, con toda mi alma te lo digo: quizá no te amaría tanto, s

Comentario de texto de un fragmento del acto II de La casa de Bernarda Alba / Federico García Lorca.

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La casa de Bernarda Alba / Federico García Lorca . (Se oyen unos campanillos lejanos, como a través de varios muros.) Magdalena: Son los hombres que vuelven al trabajo. La Poncia: Hace un minuto dieron las tres. Martirio: ¡Con este sol! Adela: (Sentándose) ¡Ay, quién pudiera salir también a los campos! Magdalena: (Sentándose) ¡Cada clase tiene que hacer lo suyo! Martirio: (Sentándose) ¡Así es! Amelia: (Sentándose) ¡Ay! La Poncia: No hay alegría como la de los campos en esta época. Ayer de mañana llegaron los segadores. Cuarenta o cincuenta buenos mozos. Magdalena: ¿De dónde son este año? La Poncia: De muy lejos. Vinieron de los montes. ¡Alegres! ¡Como árboles quemados! ¡Dando voces y arrojando piedras! Anoche llegó al pueblo una mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acordeón, y quince de ellos la contrataron para llevársela al olivar. Yo los vi de lejos. El que la contrataba era un muchacho de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo.