Argumento de Nada de Carmen Laforet.

CAPITULO 1.
Llegada por la noche a Barcelona de Andrea. Nadie la espera en la estación. Se dirige a casa de sus parientes en un carruaje. Llega a la calle Aribau y cuando llama le abre la abuela pensando que es Gloria. Se levantan todos y va conociendo al resto de la familia. La impresión  que se lleva de la casa y de sus familiares es pésima: la vivienda está sucia, abandonada; ellos meten miedo. Antes de acostarse se ducha con agua fría. Su dormitorio será lo que fue el salón; allí se alumbrará con una vela. Al acostarse, su cama le parece un ataúd.

CAPÍTULO 2.
Cuando se despierta vuelve el entusiasmo por empezar una nueva vida en Barcelona. Recuerda esa casa cuando era niña y comprueba los efectos del paso del tiempo.
Se entrevista con su tía Angustias que se presenta como tutora y responsable de ella. Le anuncia que no podrá moverse libremente por la ciudad al estar llena de peligros. Esta actitud autoritaria le resulta muy desagradable.
En el salón ve a otro de sus tíos, Román, que se muestra muy afable mientras limpia una pistola. Aunque rápidamente cambia de humor y se mete con Gloria. Al instante aparece su tío Juan, al que también provoca Román. Y por último sale Gloria a apaciguarlos, pero Juan le lanza el plato de papilla del niño. Esta clase de escenas son el pan nuestro de cada día, le anticipa Román.

CAPITULO 3.
Poco a poco conoce a sus familiares. La tía Angustias intenta corregir sus defectos y observa que siente celos de Gloria, la mujer de su tío Juan, por la que Andrea cada vez siente más simpatía, aunque la considera un poco alocada. Esta le va a su vez ofreciendo su visión de los demás. Para Gloria, las únicas personas buenas son la abuela y su marido, Juan. Este es pintor, aunque, según la opinión de Adela, malo. Una vez entró en su estudio cuando Juan pintaba a Gloria desnuda y se queda sorprendida de lo bella que es. De todas maneras, por el que siente más curiosidad es por su tío Román. Este vive tres pisos más arriba, en la buhardilla. A veces su tío la invita a subir para tomar un café y fumar un cigarro. Andrea admira lo organizado que es su tío, la colección de objetos que guarda y sobre todo lo magistralmente bien que toca el violín. Una vez, al salir, descubrió a Gloria espiándolos.

CAPÍTULO 4.
Un día de otoño, de vuelta de la universidad, Andrea siente una melancolía que la invade su cuerpo por completo. En casa se sienta al lado de la Abuela y de Gloria que hablan y ella las oye como si estuviera en duermevela –hay un diálogo teatral-. En esa conversación se entera de que Juan fue legionario, después que le rechazaran para entrar en el ejército. Gloria cuenta cómo fue su llegada a esa casa de la calle Aribau. Había conocido a Juan los primeros días de la guerra y se enamoraron de tal manera que a los pocos días se casaron por lo civil; sin embargo, Juan se pasará al bando nacional, por lo que la encomienda a su hermano Román para que la trajera a Barcelona. En esos días Román, que es fiel a la República y uno de sus jerifaltes, se enamora de ella, pero Gloria lo rechaza. Al llegar a casa ve que está oculto en ella don Jerónimo, el jefe de Angustias. Su llegada fue parecida a la de Andrea: la recibieron hostilmente. Y más cuando Gloria denuncia a Román a las autoridades republicanas por ser un espía del bando nacional. Este es encarcelado y si no es fusilado es porque Antonia, la siniestra criada enamorada de Román, declara a favor de él desacreditando la declaración de Gloria. Coincidiendo con la entrada de los nacionales en Barcelona, Gloria da a luz en una clínica sola. A los pocos días llega Juan para casarse con ella con oposición de su familia.
Después de escuchar todas estas historias en un estado febril, se duerme y en sueños imagina una relación amorosa entre Román y Gloria.

Capítulo V
Una vez pasadas la fiebre, su tía Angustias le advirtió que no debía pasear por Barcelona sola. Hizo bastante hincapié en que tampoco visitara el barrio chino.
A la vuelta a la Universidad, Andrea hizo amigos. Entre ellos destacaron Pons; un joven al que el menor comentario puede hacer daño, y Ena; una chica que conectó muy bien con Andrea y que le pidió que le presentara a su tío Román por ser un violinista famoso, algo que sorprende a Andrea que no considera a su tío digno de la admiración de una chica tan elegante como Ena.
Al regresar a casa, comprobó que Román se había ido de casa sin que nadie, ni la propia criada, Antonia, fuera capaz de aportarle información.
Al regresar, Angustia le recrimina su comportamiento y Román le saca a relucir que ha pasado por Puigcerda, donde ha visitado a la mujer de su jefe, don Jerónimo, que, a consecuencia de su locura –provocada, según Román-, la ha encerrado en una casa. Angustias le explica que su jefe ha preferido aislarla allí, antes que encerrarla en un manicomio.

Capítulo VI
Se acercaba la Navidad y, antes de las vacaciones, Andrea pensó en hacer un regalo a Ena por su generosidad a la hora de invitarla. Al ver que no tenía qué ofrecerle, le regaló un pañuelo bordado, regalo de la abuela el día de su primera comunión. El detalle hizo mucha ilusión a Ena y Andrea también se alegró.
El día de Nochebuena, Angustias no dejó que Andrea le acompañara a la misa del gallo. Al día siguiente acompañó a la abuela a misa; al volver se encontraron con se encontró con una grave discusión: Angustias acusaba a Gloria de haber robado y vendido el pañuelo de Andrea. Y ésta y Juan se defendían ante los ataques. Finalmente, la chica dice la verdad –pues si bien Gloria a veces le cogía alguna de sus prendas, el pañuelo no-, verdad que duele a la abuela y acaba con un puñetazo de Juan a su hermana que se encierra en su habitación llorando.
Después de comer, Angustias llama a Andrea a su dormitorio para pedirle que recupere el pañuelo, pues sigue pensando que Gloria lo robó: le aclara que fue Román el que le dijo que había visto a Gloria vender ese pañuelo en una tienda de antigüedades. Andrea se niega rotundamente a recuperarlo. En esa entrevista, Angustias desea aclarar a Andrea una acusación que le dirigió Juan en el fragor de la pelea; a saber, que la noche anterior la habían visto junto a don Jerónimo Sanz en vez de ir a La Misa del Gallo. Le dice que no crea esas afirmaciones. Además le adelanta que pronto abandonará la casa.

Capítulo VII
Todavía de vacaciones, Angustias se marchó de casa sin decir a nadie cuál iba a ser su destino. Más tarde llegó su jefe don Jerónimo preguntando por ella; pero la abuela no quiso darle ninguna referencia de donde se encontraba. Este hombre le resulta antipático, como, así mismo, ella a él. Juan cree que su hermana se ha marchado con don Jerónimo.
Andrea, al ver que quedaba vacía la habitación de Angustias, se instaló en ella. Esa noche encontró a Román en su dormitorio leyendo la correspondencia de Angustias. Cuando entró Andrea ni se inmutó. Volvió a dejar la carta en el cajón con naturalidad. Esta actitud le asustó. Román la invita a tomar un café en su buhardilla, pero Andrea no le gusta la actitud de su tío y no acepta la invitación con le excusa de que tiene que estudiar. Sin embargo, una fuerza irresistible la lleva a las dependencias de Román. Al verla allí fue un triunfo para él. El contenido de la conversación se centró en el poder que él ejercía sobre todos los miembros de su familia, especialmente sobre Juan, al que provoca hasta el límite justo para que no haga alguna locura.
Cuando regresó a su habitación, cuando ya casi dormía, sonó el teléfono. Era Ena que había conseguido su número.

Capítulo VIII
La tía Angustias regresó por la noche y sorprendió en la calle a Gloria. Esta le dijo que la había oído llegar y que había bajado a recibirla. Sin embargo, Angustias estaba segura que venía de la calle. La abuela intercedió a favor de Gloria y su hija le echa en cara que sea capaz de protegerla y encubrirla cuando a sus hijas no las dejaba ni bajar a la calle solas. El escándalo no tardó en producirse, pues a la discusión se sumó Juan, que se mete con su hermana por su actitud fiscalizadora. Gloria y el niño se meten en la habitación de la abuela para que Juan, que tenía que madrugar para ir a trabajar, pudiera descansar.
Andrea se había despertado al oír a su tía e intentó trasladarse a su habitación primera para que Angustias no la regañara por haber ocupado la suya en su ausencia; pero fue imposible.
A la mañana siguiente, la criada la despertó por orden de Angustias. La joven fue a su habitación y ésta le avisó de su próximo ingreso en una comunidad religiosa. Expresó también la decepción que le había provocado su comportamiento y le recomendó que cuando ella partiera administrara bien su pensión, siendo justa y generosa.
Al salir de la habitación, Andrea topó con Gloria que le enseñó las marcas que empezaban a salir en su piel, fruto de los golpes propinados por Juan durante la noche.

Capítulo IX.
Antes de ingresar en el convento, las amigas de Angustias la visitan para despedirse. Se sorprenden de la decrepitud de la vivienda recordando tiempos de esplendor. Esas amigas son de una edad parecida a Angustias: unas son obesas, otras extremadamente delgadas. Alguna de esas antiguas amigas con las que la relación no ha sido muy estrecha en los últimos tiempos, mete la pata al preguntar por un antiguo pretendiente, don Jerónimo Sanz, del que Angustias estaba muy enamorado.
A la familia, el hecho de que Angustias se meta a monja, les trae sin cuidado. Gloria se sorprende porque no es especialmente religiosa. A Román le da igual; quizá eche en falta no poder leer sus cartas. Tal vez los más indiferentes sean Juan y la propia Andrea. Sin embargo, el tío Juan, cuando triunfante Angustia montaba en el tren y mientras éste emprendía la marcha, a voces, como un loco, expresó sin rodeos lo que pensaba de su hermana. No cree en su santidad y le reprocha su cobardía por no casarse con don Jerónimo porque a su padre se le ocurrió decir que ese pretendiente, un tendero, era poco hombre para ella. Y también que después de que éste regresara de América rico, le haya apartado de su mujer convirtiéndose en su amante. Y que no se atreva a irse con él ahora porque cree que todo el vecindario está pendiente de ella.

Segunda parte

Capítulo X
El mes de febrero había llegado y Andrea, al salir de una improvisada fiesta en casa de Ena, decidió pasear sola por Barcelona en medio de la noche.
Pronto llegó a la Catedral, que admiró asombrada. Fue allí donde se encontró a un chico, Gerardo, que había conocido en la fiesta. Este encuentro no le gustó nada a Andrea porque le rompió el embrujo de la noche. Se empeñó en plan protector acompañarla  a casa. Antes de llegar, para desprenderse de él hubo de aceptar su tarjeta para que le llamara por teléfono.
Al entrar en su nueva habitación comprobó que sus familiares ya la habían llenado de muebles viejos y, enfadada, prefirió recordar la cena que tuvo en casa de Ena, con su familia. Esta gente es completamente diferente a sus tíos. La vida les sonríe y son felices. El padre de Ena es el representante de los negocios del abuelo. Han vivido en el extranjero o los lugares donde hay que empujar la empresa. En muchos casos, es la propia madre de Ena la que sugiere esos cambios de residencia. Precisamente, en dicha cena, se comenta la posibilidad de mudarse a Madrid, cosa que ni a Ena ni a Andrea agradó.
En contraposición a esta familia está la miseria y egoísmo de la suya. Por estas fechas, precisamente el día que se marcha Angustias al convento, Andrea se independiza económicamente cuando el tío Juan le dice que él no está para mantener a nadie. Acuerdan que la sobrina pagará la mensualidad de su pensión y el pan que le corresponde del racionamiento; alimentarse correrá por su cuenta con la pensión de orfandad que le corresponde.

Capítulo XI
Un día el tío Juan pilla a Andrea bebiendo el agua de cocer la verdura. Comprueba que la sobrina pasa hambre e intenta reconciliarse con ella proponiéndole volver a comer en casa, propuesta que Andrea rechaza, pues le da más independencia y libertad el comer fuera de casa. Al mismo tiempo disfruta mucho con pequeños placeres que se proporciona. Y comprueba que el propio Juan y su familia pasan hambre; los únicos que parecen vivir bien son la criada Antonia, Román y el perro Trueno.
Ese mismo día, por la noche, nuevos gritos insultantes despertaron a Andrea, que salió de su dormitorio para ir a la habitación de Juan y Gloria, donde él le estaba propinando una terrible paliza delante del niño. La abuela le ruega a su hijo que abra la puerta por el niño. La causa de la riña era el escaso dinero que conseguía Gloria por la venta de los cuadros que pintaba Juan. Se quejaba de que con el dinero que supuestamente conseguía su mujer no alcanzaba para pagar los gastos de los materiales. Gloria se va a dormir con Andrea aunque al poco tiempo se presentó su marido y volvieron a discutir, por lo cual los dos se van para dejar dormir a Andrea.

Capítulo XII
Con la llegada de la primavera Andrea y Ena sienten necesidad de salir al campo y a la playa. Este deseo lo verán cumplido al salir los domingos de excursión en el coche del novio de Ena,  Jaime. Esta no lo ha presentado a su familia para no compartirlo con ellos; pero sabe que cuando se enteren de que sale con él, lo aceptarán porque es de una adinerada familia, aunque el muchacho no sabía nada de finanzas. Jaime, según su aspecto externo, parece un san Jorge, con una cara melancólica que resultaba muy atractiva para las chicas.
Sin embargo, esas salidas dominicales no durarán mucho más de dos meses, pues las dos amigas se van a distanciar. Andrea a veces se enfadaba con ella porque le daba la sensación de que sentía pena por su situación personal, pero se le pasaba pronto y se reconciliaban. Pero esta vez, tal vez por el nerviosismo producido por la carencia de alimentos, se prolongó más tiempo ya que Andrea no estaba dispuesta a claudicar tan pronto.
En esta tesitura, una tarde que ordenaba los apuntes en casa sin mucha concentración, se acordó de Gerardo, ese conocido que le acompañó una noche cuando ella deambulaba sola por la ciudad. Sin saber muy bien por qué le llamó y quedaron. Desde el primer momento apareció la insolencia y superioridad que Andrea observó en el primer encuentro. Paseó con él por distintos lugares de Barcelona. Hubo un momento en que Andrea se percató de la pésima situación económica y personal del muchacho al observar que no era capaz de invitarla a tomar algo en una terraza. En ese momento, Andrea se siente por primera vez próxima a él y le acaricia la mano. Mas él interpretó eso equivocadamente y besa a Andrea, que rápidamente le para los pies diciéndole que no está enamorada de él. Andrea que había imaginado que su primer beso con un chico sería algo mágico, se desilusiona tremendamente.
Al regresar a casa, Antonia le dice que Román está en el salón con una chica rubia que había llegado preguntando por ella. Comprueba que es Ena y que su tío estaba tocando el piano para ella. Cuando entra rápidamente se van los dos.

Capítulo XIII
Al día siguiente va a ser Ena  la que pidió a Andrea que no pasara por su casa durante algún tiempo. No le dio ninguna explicación convincente. Para Andrea es un contratiempo serio, pues las traducciones de griego y latín las preparaban juntas con los diccionarios de Ena. Andrea le preguntó a su tío qué había pasado en ese encuentro con su amiga, segura que ese distanciamiento se debía a esa visita. Román le contesta que él no se mete en asuntos de niñas.
A Andrea  no le quedó más remedio que ir a estudiar a la biblioteca. Allí se encontró a Pons quién, después de coincidir varias veces, la invitó a conocer a sus amigos bohemios en el barrio gótico. Pons, igual que sus amigos, pertenecen a la alta burguesía industrial, a pesar de vivir en un ambiente bohemio. Desde el punto de vista físico, Pons era de estatura baja y con una mirada muy dulce.
El lugar al que le lleva Pons es el estudio de pintura de Guixols, -observando sus cuadros se da cuenta que es mucho mejor que su tío. Ese es el lugar donde se reúne el grupo en el que hay que integrar a Pujol -otro pintor que imita el estilo cubista de Picasso- e Iturdiaga, -de la misma edad que Andrea, pero con largas barbas y una estatura descomunal, que es escritor. Su objetivo es publicar una novela que su padre no quiere costear. Se cuenta una anécdota de su familia, en concreto de la naturaleza financiera de su padre, que le hizo recuperar, junto a un hermano, un pequeño préstamo que había efectuado a un amigo, para lo cual deben viajar desde Barcelona a Bilbao y Madrid, para recuperar al final cincuenta pesetas, que era la cantidad que le había prestado...
Andrea se siente a gusto con ese grupo de jóvenes.

Capítulo XIV
Ena y Andrea coincidían en la universidad e intercambiaban algunas palabras, pero nada más. Sin embargo, un día hablaron un poco y Ena le pidió que quedaran para charlar mientras daban un paseo. Andrea, aunque estaba dolida con su amiga, deseaba la reconciliación. Llegaron al Tibidago desde donde se veía toda Barcelona ante el mar. Allí se sinceraron y Ena intentó hacer ver a Andrea que no debía avergonzarse de su familia; para ella, Román esa un ser singular y con una sensibilidad artística que no encontraba ni en sus padres ni en su familia, tal vez la excepción fuera su madre. La casa, especialmente la buhardilla de Román, donde éste interpretaba melodías para ella, era algo que Ena no había visto. Por otra parte, ella era muy libre de tener las amistades que quisiera. Andrea intenta convencerla de que esas impresiones, sobre todo las referidas a su tío son falsas. Ena, en todo caso, se disculpó por el comportamiento de los últimos días y le pide reanudar la relación y que vuelva a casa, que su madre la echa de menos.

Capítulo XV

Al llegar a casa, por el silencio que reinaba,  Andrea se percató de que algo pasaba y, tras preguntarle a Antonia, que le dijo que enigmáticamente iba  a ver funeral, supo que el niño tenía pulmonía y que podía morir si no conseguían el dinero para comprar medicamentos. Su padre le acurrucaba entre sus brazos, la única postura en la que el niño dormía plácidamente. Gloria jugaba un solitario con las cartas, impaciente por que Juan se fuera a trabajar. Al final Juan se marchó convencido por su mujer de que eran suficiente ella y la abuela para cuidarlo y de que si pasaba algo le llamaría por teléfono. Cuando se fue, Gloria se vistió y fue a casa de su hermana a pedirle dinero para curar al bebé. Pero Juan, regresó y, al ver que su esposa no estaba, salió en su búsqueda. La abuela le manda a Andrea que le sigua para evitar que hiciera alguna tontería. Andrea deambula detrás de Juan por las calles adyacentes a Las Ramblas hasta llegar a una tienda del barrio chino. En ese deambular, Juan se ve inmerso en una pelea y Andrea le debe socorrer. Al final llegaron a la tienda de comestibles de la hermana de Gloria. Entró él solo; Andrea se hartó de esperarlo sentada en el umbral de la puerta, hasta que la abrieron. Al entrar vio a su tío completamente apaciguado. La hermana de Gloria, una mujerona, le había cantado las cuarenta: Gloria iba allí a por el dinero que les hacía falta, pues los cuadros que Gloria decía vender no los querían sino los traperos. Cuando Gloria se levanta de jugar, se van los tres a la calle Aribau.

Capítulo XVI
La familia se percata de ciertos cambios en Román. Este está más contento, se ha comprado un traje y, por todo ello, Gloria especula que se ha enamorado de Ena.
Andrea sale de casa y al cruzar la calle se encuentra con un pobre que le resulta antipático. Lo conoce porque cuando salía de paseo con su tía Angustias, ésta siempre le daba cinco céntimos de limosna al tiempo que hablaban con él un rato. Le resulta odioso por su sonrisa y por la forma de saludar. Darle una limosna es casi una obligación para la muchacha, que cada vez que cobra le da dos pesetas, lo que le supone quedarse sin comer un día.
En la misma calle Aribau, Andrea se encontró a Jaime, quien la invitó a montar en su coche y después, a dar un paseo. Jaime le pregunta por Ena y le pide que hable con ella para que le diga que siempre confiaría en ella.
El joven la acompañó hasta el estudio de sus amigos bohemios, que al verla llegar en compañía de Jaime no les gustó, porque no les caía bien. Jaime era un chico de 28 años que no hacía nada. Era hijo de un arquitecto famoso y rico del que había heredado una posición económica desahogada. Él estudió también arquitectura hasta tercero, pero vio interrumpidos sus estudios a consecuencia de la guerra civil.
Esa tarde Iturdiaga contó que había conocido a la chica de su vida y que no sabía nada de ella. La había visto en un cabaret, en el que también se encontraba Jaime. Esa joven rubia estaba acompañada de un tipo raro, que Andrea rápidamente identificó con su tío Román.
Cuando se marcharon del estudio, los jóvenes acompañaron a Andrea hasta su casa dando un paseo. Al pasar por la vía Layetana, Andrea descubrió a Ena que entraba en compañía de su padre. La saludó y le dio el recado de Jaime, que ella aceptó indiferentemente. Otra vez se había producido un enfriamiento de la relación. Al despedirse, Iturdiaga se percató de que la chica que había visto en el cabaret era la amiga de Andrea.

Capítulo XVII
Las clases en la universidad han terminado. Andrea aprovecha para limpiar a fondo su habitación porque había chinches. Esto es motivo de bronca porque Román se mete con Juan al decirle lo hacendosa y buena esposa que sería Andrea, de tal manera que afeaba la conducta de Gloria. Pero sobre todo se enfadó porque Andrea utilizaba jabón de la casa y se lo quitó inmediatamente.
En la víspera de san Juan, en la última reunión del grupo de Guixols, Pons propuso a Andrea irse unos días de vacaciones a la Costa Brava con él y su familia, ya que su madre deseaba conocerla. Ella sin saber qué responderle le aseguró que el día de su fiesta (san Pedro) le daría una respuesta. Andrea está llena de dudas y el milagro que pide para ella esa noche mágica es que se enamorara de Pons.
Esa misma noche Andrea, desde la ventana de su habitación, vio cómo Román y Gloria se encontraban en la calle. Román se acercó amistosamente para hablar con Gloria, pero ella le rechazó. Entra en casa, Román detrás de ella. Él le hizo una propuesta deshonrosa a Gloria, que se niega a aceptarla pues aún recuerda el desplante de Román cuando la llevó a Barcelona por encargo de Juan durante la Guerra Civil. Román ofrece otra versión de ese viaje, que Gloria le había contado con anterioridad a Andrea. Gloria había posado desnuda efectivamente en los jardines de un parador con los lirios morados detrás. Román le recuerda, y al mismo tiempo amedrenta, con demostrar con testigos cómo una noche ella se le ofreció. Es precisamente ese momento el que más duele a Gloria, pues según su versión, efectivamente se presentó esa noche porque antes habían estado bebiendo y besándose con él, y ella se había enamorado. Sin embargo, no le perdonó entonces, ni ahora, que se burlase esa noche cuando entró en su habitación, en la que previamente había metido de incógnito a sus amigos, y delante de ellos la empezó a insultar.
A la mañana siguiente, Andrea, al ver lo mezquino que era su tío, quiso advertir a su amiga y se recorrió Barcelona para llegar a la torre que su abuelo tenía en Bosanova, donde toda la familia se había reunido para celebrar su cumpleaños, pero finalmente no se atrevió a entrar.

Capítulo XVIII
La mañana en la que Andrea tenía que asistir a la fiesta de Pons, éste la llamó para asegurarse de que se presentaría. Andrea se enternece al saber que era esperada. Antes de salir, es testigo de una más de las broncas que suceden en la casa. Román, después de cinco días si bajar de sus aposentos, al entrar en la casa, se da cuenta de que faltan muebles y acusa a Gloria de venderlos y de robar a su madre. La abuela sale en defensa de Gloria, diciendo que esa venta se había hecho con su consentimiento.
La tarde de la fiesta, nada más entrar, es presentada a la madre de Pons, de la que Andrea piensa que se ha hecho una mala imagen de ella, por lo ajado de sus zapatos y porque llama la atención por su pobre atavío. Esto le crea a Andrea una inseguridad absoluta de la que no se recupera ya. Al principio de la fiesta, Pons está a su lado y se siente más protegida; mas pronto la abandona y Andrea pasa mucho tiempo sola, sin bailar. Incluso, Iturdiaga que está en la casa también, no parece darse cuenta de lo mal que lo está pasando. A punto de irse, Pons vuelve a su lado por indicación de su madre. Sin embargo, ya es tarde y Andrea se quiere marchar. El muchacho intenta explicar por qué la ha dejado sola, pero sus explicaciones son confusas y cada vez menos sinceras, hasta llegar a decirle que en ese tiempo ha estado con una prima suya que se le ha declarado. En ese momento, Andrea considera que la relación con Pons ha terminado definitivamente.
Salió de la fiesta y se dirigió a su casa. En un banco de la calle Muntaner, donde vivía Pons, se sentó desolada a pensar en su desgracia. Andrea se percata de que no ha nacido para ser protagonista en la vida: “Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida”. De todas maneras, Andrea piensa que lo que acaba de pasar es tan solo una página de su vida intentando ilusionarse. Después de un buen rato, se fue hacia su casa. En la calle Aribau vio salir de su portal a la madre de Ena.

Tercera parte

Capítulo XIX
La madre de Ena y Andrea fueron a tomar algo. En una terraza la señora le explicó lo preocupada que estaba por Ena. Sabía que la relación de su hija con Andrea se había enfriado, pero le constaba el aprecio que sentía por ella. Desde el primer momento, le transmite la idea de que no quiere que la cuente nada de ellas. Tan solo está preocupada por la relación que mantiene con su tío Román. El objetivo que persigue es romper esa relación; para ello, ella misma se ha entrevistado con su tío, pero sin éxito. Las dos reconocen el atractivo de Román, lo cual sorprende a Andrea. La madre es entonces cuando cuenta que en su juventud se había enamorado de Román. Habían sido compañeros del conservatorio. Entonces Román era un alumno aventajado con un futuro halagüeño por delante, aunque en contra tenía el defecto de su indisciplina. La madre de Ena se enamoró patológicamente de Román, se pasaba mucho tiempo vigilando en la calle Aribau para poder verlo, sobornando incluso a criadas que la cuidaban. Una vez ofrecieron juntos un concierto y el éxito fue notable. Ese mismo día, cuando Román comprobó la atracción que ella sentía por él, le pidió que se cortara una larga coleta, lo más hermoso de su físico. Aunque lo dudó mucho, terminó por cortársela y entregársela, momento en el que Román la desprecia y humilla por haber hecho esa tontería. Su familia reacciona mandándola fuera de Barcelona y haciéndole firmar un recibo a Román en el que constaba la cantidad que había recibido para que no la volviera a ver. Ese recibo se lo enseñó su padre para que se percatara de qué hombre se había enamorado.
Al poco tiempo se  comprometió con Luis, su actual marido, que era del agrado de su padre. No estaba enamorada de él y cuando nació Ena, no la deseaba. Le abrumaba la idea de haber traído un ser a esta tierra. Poco a poco, la niña la fue conquistando hasta transformarse en el ser que más quería.
Fue entonces cuando la mujer le pidió ayuda para separar a su hija de Román pues no quería que pasara lo mismo que había pasado años atrás. Le advirtió que en septiembre se irían a Madrid, pero que hasta entonces había que hacer algo para separarlos. Le dijo que estuviera vigilante, que cuando se encontraran solos en la buhardilla los interrumpiera con la menor disculpa.

Capítulo XX
Por la mañana, Gloria se enfrenta a Juan a consecuencia del empeño de su mujer de vender los muebles para poder comer. Al principio, cede ante su marido, pero cuando se ha marchado y pasa un trapero, aprovechan la ocasión para deshacerse de un nuevo mueble. A pesar de los golpes que recibe de Juan, y de que cada vez teme más por su vida, siente aprecio por él. En esa conversación le explicó a Andrea lo que sucedió en aquel local del barrio chino cuando siguió a Juan la noche que su bebé estaba tan malo. Le dice que a Juan lo tuvo que golpear su cuñado para calmarlo. Le explicaron, y él pudo ver en persona, que si Gloria iba allí no era para encontrarse con amantes, sino para jugar, que no se le daba mal y que gracias a eso entraba algo de dinero. Le confiesa Gloria, que cuando lo vio allí, pensó que su hijo había muerto y que la abuela le habría avisado por teléfono para que regresara. Para terminar, Gloria le previno de que su amiga Ena visitaría a Román esa tarde.
Andrea pasa el día fuera, vagando por el puerto de Barcelona, sin embargo, por la tarde, casi sin querer, regresó a casa. Subió hasta las dependencias de Román, aunque no se atrevió a entrar hasta que oyó una conversación en la que Ena se encaraba con su tío para decirle que esa relación la había manejado ella y que había hecho lo que había querido, no como él hizo con su madre. Andrea interrumpió la conversación y ambas salen corriendo no confiando demasiado en la serenidad de Román, al que Andrea le había visto meter la mano en el bolsillo como para buscar una pistola. A Ena, no le gustó demasiado esa ayuda y Andrea corre sola hasta la plaza de la Universidad.

Capítulo XXI
Ena fue detrás de Andrea a la que encontró en la plaza de la Universidad apoyada en la pared donde la vio una de las primeras veces al comienzo del curso. Empezó a llover y se refugiaron. Ena intenta disculparse con su amiga por la forma en la que la trató al entrar en la buhardilla. Reconoce que su intervención fue decisiva para salir airosa de la situación. A la pregunta de si estaba enamorada de Román, Ena le explicó que no, que más bien lo que quería era humillarle por todo lo que le había hecho pasar a su madre. Había jugado con él, creándole la ilusión de que era suya; en alguna ocasión, llegaba a límites comprometidos, pero siempre se escabullía de las manos de Román. Especialmente comprometida fue la Noche de San Juan –cuando luego Andrea vio a su tío acosar a Gloria- pues tuvo que salir corriendo del cuarto de Román dejando alguna pertenencia. Pensó en no volver, pero se arriesgó a regresar una vez más para recuperarlos, porque sabía que si no, nunca podría olvidarse de él, que habría algo que los ataba. Por último, añadió que quería a Jaime y que sentía haberlo dejado, tal vez era la persona a la que había hecho más daño.

Capítulo XXII.
Andrea fue a despedir a su amiga a la estación. Se iban de vacaciones al Norte y ya no regresarían a Barcelona, pues desde allí se dirigirían a Madrid. Ena le prometió que se verían pronto.
Fue caminando hasta casa, pues rechazó montar en el taxi que le ofreció el padre de Ena. Antes de llegar se dio una vuelta por el estudio de Guixol, incluso entró para  ver los cuadros tapados por trapos.
Al volver, encontró a Gloria llorando en su cama, pero ésta no le quiso explicar qué era lo que le pasaba y además comentó que no le gustaría que Juan la encontrara llorando.
De pronto, un grito horrible las interrumpió. Era la criada, se había desmayado y cuando volvió en sí les avisó de que Román se había degollado con una navaja de afeitar. La criada había recibido la orden de que le subiera un café temprano porque su intención era salir de viaje. Cuando se entera la abuela, sube a verlo acompañada de Andrea, pero Juan solo deja entrar a su madre. La casa se llena de vecinos y Andrea solo encuentra sola en el cuarto de baño, dándose una ducha. En el espejo se ve extremamente delgada. 

Capítulo XXIII.
Los días siguientes la casa estuvo en silencio y a oscuras. Andrea estuvo cuidando de Gloria, que se puso muy enferma, pues Antonia le echaba unas miradas que la chica pensó que eran peligrosas, pues la criada le deseaba la muerte.
Por Antonia se enteró de los últimos movimientos de Román. La noche anterior a su muerte llegó de uno de sus viajes y, por teléfono, avisó a Antonia de que le preparara toda la ropa posible pues se iba a ir por una larga temporada. La decisión de degollarse la tuvo que tomar al instante, mientras se afeitaba, pues aún había espuma en su cara.
Cuando Gloría se recuperó, lo primero que preguntó es si habían encontrado el cuadro donde ella aparecía desnuda con los lirios morados. Y confiesa que el suicidio de Román era consecuencia de la denuncia que ella le había interpuesto y que esa mañana le iba a ir a buscar la policía.
Juan estuvo dos días fuera de casa resolviendo los trámites del entierro de Román. Cuando regresó se puso a llorar inconsolablemente.
Después de dormir dos días seguidos, Andrea se levantó de la cama y se encontró que Antonia, la criada, se había ido para siempre. Gloria le avisó de la visita de sus tías. Rápidamente se vistió de luto y fue en su búsqueda. Al llegar al lugar donde estaban las tías oyó cómo se encaraban con la abuela echándole la culpa de la muerte de Román y de la vida que llevaba Juan; ellas habían sido despreciadas y los hijos protegidos malsanamente. Juan les dio la razón.

Capítulo XXIV
Dos meses después de la tragedia, Andrea todavía no se había hecho a la idea de la muerte de Román, hasta que tuvo fuerza suficiente para ascender hasta la buhardilla y comprobar que no quedaba ni una pertenencia de Román. Entonces sintió nostalgia de su tío, de lo encantador y artista que era
Las palizas de Juan a su mujer iban en aumento; cualquier excusa le servía para pegarle, especialmente cuando vendió el piano de Román. Entre Gloria y ella pensaron en llamar a un manicomio para que se lo llevaran. Cuando entró la abuela a la habitación, tiró una carta para Andrea de Ena, y les avisó de que su hijo nunca iría a un manicomio.

Capítulo XXV
La carta de Ena decía que en Madrid había trabajo para Andrea en la oficina de su padre y que la invitaban a vivir con ellos mientras buscaba un lugar donde vivir. La noche antes de su partida se despidió de todos. Por la mañana temprano, estando la casa en silenció y sin decir un último adiós, se marchó con las esperanza de encontrar en Madrid lo que vino a buscar a Barcelona un año antes.



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